Mi padre era un hombre de procedencia humilde, pero siempre nos mantuvo viviendo en casa propia. Tenía un concepto muy claro de que no importaba cuán difícil estuviera la situación, si vivíamos en casa propia, podríamos mantenernos con poco dinero, pero con la seguridad de que no nos quedaríamos sin techo. Es una de las tantas cosas que heredé de él y por eso veo en la compra de una casa o apartamento, la mejor inversión de la vida.
Recuerdo que en una ocasión, tras su muerte, mi madre y mis hermanos decidimos reparar la casa que nos dejó el viejo; cuando se agotaron todos los recursos, con la construcción por mitad, y dado que la casa no tenía título de propiedad, decidimos buscar un crédito con el “prestamista” del barrio. El señor llegó muy dispuesto, con el dinero solicitado a mano y con un contrato certificado, en el cual se establecía que la casa le estaba siendo vendida por un monto similar al dinero que nos estaba prestando. Si no pagábamos en el plazo establecido, con la elevadísima tasa de interés que imponía, entonces la casa, que valía cinco o seis veces más que el monto del crédito, automáticamente pasaba a ser suya.
Luego de leer el contrato, recordé la prédica constante de mi padre: “mis hijos, por más difícil que estén las cosas, nunca hipotequen la casa; es lo único propio que tienen y lo único seguro”. Tomé el contrato, y delante del prestamista, de mi madre y de mis tres hermanos, lo rompí en pedacitos y le di las gracias al “agiotista” por sus buenos deseos de ayudarnos. Nos concentramos en el ahorro y lentamente, pero sin pausa, terminamos la construcción y luego le compramos una residencia mejor, con título de propiedad, a nuestra madre, que aún vive con la Gracia de Dios.
La reflexión viene al caso, porque la gente que conoce a los prestamistas en los barrios, saben de la prosperidad que exhiben gracias a la ejecución de las garantías de los préstamos abusivos que otorgan.
De ahí la importancia de un programa de titulación que permita a los propietarios de viviendas y parcelas, ser sujetos de créditos en el sistema financiero formal, que presta a menor costo y con mucho más flexibilidad.