Pese a las recomendaciones de diversos sectores del país de que agoten un último esfuerzo para ver si hay espacio para un reencuentro, las partes en el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) tienen definido su cronograma hacia una división, y actúan bajo ese convencimiento.No pocos calificados actores públicos y analistas valoran la importancia de un PRD unido, de cara a la institucionalidad y el juego democrático, e incluso, llegan al extremo de aventurar fórmulas en la búsqueda de una solución, pero pierden de vista que se trata de una lucha por el control de uno de los dos aparatos con más capacidad y posibilidades de alcanzar el poder con todas sus implicaciones.
En ese empeño, cualquier exhortación podría ser vana. Nada más hay que ver los movimientos que realizan uno y otro sector. El PRD de Miguel Vargas Maldonado dio el golpe más importante en la confrontación, cuando se atrevió a expulsar al expresidente Hipólito Mejía y al exsenador Andrés Bautista, y suspendió a Orlando Jorge Mera y Geanilda Vásquez, como secretarios general y de organización, respectivamente. Y al mismo tiempo, procedieron a convocar al Comité Ejecutivo Nacional (CEN), lo que ponía contra la pared a sus contrarios.
Una jugada maestra del grupo de Mejía permitió derrumbar la convocatoria de la reunión del CEN, mediante una campaña inteligente desde los medios que permitió crear un ambiente de tensión e inseguridad, lo que llevó a la administración del hotel Dominican Fiesta a rescindir el contrato de alquiler.
Con ese golpe, la convocatoria del CEN se fue a pique. Y esa acción fue capitalizada por el grupo de Mejía, que esa misma tarde saludó el anuncio del director de Comunicaciones del PRD, Wilfredo Alemany, posponiendo el evento.
“La decisión de suspender la convocatoria para la celebración de una reunión del CEN del PRD es saludable, prudente y beneficiosa para nuestro partido y la democracia dominicana. La sociedad dominicana espera que el PRD resuelva sus problemas internos de manera ordenada, pacífica, institucional y democrática.
Eso significa trabajar juntos para lograr organizar de manera consensuada una convención en donde se exprese y se respete la voluntad de los perredeístas”.
Fue una iniciativa hábil del grupo Mejía y aparentemente unitaria, pero el párrafo siguiente de la nota decía: “Ante la nueva convocatoria del CEN, me acogeré a la decisión que adopte la dirección del Partido, encabezada por el licenciado Andrés Bautista García, Orlando Jorge Mera, Geanilda Vásquez y otros dirigentes de nuestra organización”. Mientras aprobaba la suspensión del CEN, al mismo tiempo desconocía la autoridad y la representación de la otra parte. Horas después fue confirmada una convocatoria de la Comisión Política para hoy bajo la inspiración de sus parciales.
El grupo de Vargas quedaba a la defensiva, y todavía ayer no definía cuándo intentaría reunir el CEN, aunque según fuentes, esta misma semana formalizaría la convocatoria en la casa nacional del partido.
No hay confianza
Es demasiado evidente que no existen las condiciones mínimas para un reencuentro, ni confianza siquiera para juntarse. Actúan como acérrimos enemigos, toda vez que se descalifican. Unos son señalados como traidores y los otros como tramposos. La esencia de los cargos es que ambas partes se acusan de servir al enemigo, en tiempos diferentes. El grupo de Mejía señala a Vargas como traidor, propiciador de la derrota en las pasadas elecciones. El grupo de Vargas lo descalifica como tramposos, que se coaligaron con el gobierno para corromper la convención mediante la cual fue impuesto Mejía.
Todavía la crisis no se ha extendido y generalizado en las bases, que extrañamente, esta vez se resisten a ser carne de cañón.
Pero está claro que están incubados dos puntos de vista sobre el quehacer político. Es verdad lo que sostienen algunos, de que no se está ante una lucha de carácter ideológico, pero se debaten dos concepciones sobre la práctica política, sobre los métodos de trabajo y el estilo de gestión, dos personalidades, con intereses muy arraigados en la sed de poder.
Y no se advierte que pueda surgir una tercera fuerza. El grupo con aparentes vocaciones en esa dirección ha quedado atrapado en las patas de Mejía. Primero lo succionó concediéndole una candidatura vicepresidencial y luego se ha alineado a sus posiciones. Ha sido incapaz de construir un discurso propio sobre la base de la diferenciación, que permitiera al PRD buscar una salida a partir de una tercera posición, o por lo menos, generar un equilibrio de fuerzas.
¿Qué se discute?
Como no está ante una lucha por una concepción ideológica y mucho menos por un proyecto de nación, con ciertas características diferenciadoras, de lo que se trata es del simple control de los símbolos y los significados del PRD, y con ellos de las llamadas mayorías, del sentimiento que históricamente se ha conocido como “perredeísmo”, muy degradado ya.
Tampoco se trata de una lucha romántica. El afán por el control del PRD se circunscribe a la percepción que se manejaría una “maquinaria electoral”, un instrumento de búsqueda del poder con todas sus implicaciones, ventajas y oportunidades que brinda el Estado dominicano.
En esa carrera difícilmente haya retorno. El 2016 está por delante. La convocatoria de la comisión política de Mejía para esta tarde a las 3:00 p.m. está decidida. Mientras, el presidente de la comisión de Control del PRD, Julio Maríñez, proclamó ayer que “las sanciones adoptadas contra el expresidente Mejía y otros dirigentes son irreversibles, y marcan un punto de inflexión frente al irrespeto y el caos patrocinado en esa organización por el grupo de afectados… Constituye un caso cerrado”.
El conflicto necesariamente terminará en el Tribunal Superior Electoral y quizás rebrote en el Tribunal Constitucional, pero en todo caso, dos puntos de vista seguirán incidiendo. Sus fortalezas o debilidades estarán determinadas por la composición de las partes, sus capacidades, de trabajo, de organización, inteligencia política y calidad de los liderazgos. Pero la suerte está echada y no hay más camino que la división.
Mientras, el gobierno de Danilo Medina continuará su viaje sin oposición consistente.