Es cierto, para escribir, lo primero que debe existir es el objeto que inspira nuestras letras. Cuando escribimos lo hacemos por algo o alguien, porque ese algo o ese alguien nos ha hecho sentir muy feliz, muy tristes, o muy enojado. A veces por este algo o alguien tenemos sentimientos que pueden ser buenos o muy malos. Hace unos días me preguntaron que por qué o por quién escribía, y mi respuesta fue que siempre será por un algo o un alguien, que el quién y el porqué lo determinarán las circunstancias.
Es así. Cada escrito lo generará alguna situación que despierta en quien escribe, un sentimiento. Eso determinará el tema. Obviamente, la pasión será fundamental en la calidad, profundidad y alcance de ese escrito. Todo aquel, cuya labor implique escribir, de lo que sea, sabe perfectamente de lo que estoy hablando. Saber que es parte de una responsabilidad diaria, semanal o mensual, ya supone una obligatoriedad y como tal hay que cumplir con ella. Pero también sabrá que unos días, personas y cosas, acciones y situaciones, harán que ese escrito no solo se produzca con más facilidad, sino que su contenido será de una mayor calidad y profundidad.
Se puede ser objetivo, quizás, lo que no se puede jamás es ser desapasionado. Pues es la pasión el elemento principal para plasmar en el papel el sentimiento y la opinión del escritor. No se escribe de lo que no nos genera algún sentimiento. No se opina de lo que no se sabe. No se convierte en un tema para aquel que escribe, aquello que le es indiferente, que no despierta su interés. Personalmente, amo escribir, pero sin los elementos esenciales para hacerlo, muchas veces prefiero no arriesgarme. Y si todavía, quien pregunta quiere saber por qué o por quién escribo, podría decir que escribo porque algo o alguien me ha lastimado o me ha hecho feliz. Escribo cuando alguna situación me afecta, molesta o es perjudicial para la generalidad. Otras veces, solo soy el canal que utiliza mi alma para expresarse, para cantar y celebrar alguna fugaz alegría o para dejar salir a través de unas pocas letras la profunda tristeza que ha empezado a sentirse peligrosamente cómoda en su interior y de la que trata de liberarse a toda costa. En otros casos, escribo por quienes amo, por aquellos que están y que siempre estarán aun cuando ya se hayan ido, o se estén por marchar.