Ser seguros de sí mismos nos refleja ante los demás como personas fuertes y con carácter. Hacer, pensar y vivir sin dudar, son fuentes básicas para una vida tranquila, sin sobresaltos, sin esas sombras que se posan en nuestro rostro y ofrece una imagen triste, apagada y amargada.
Podemos estar seguros en muchos aspectos de nuestras vidas, como de nuestra capacidad profesional, de nuestro trato hacia los demás, de tomar siempre las decisiones que han aportado los mejores resultados, y sin embargo, algo en nosotros les dice a los demás que no todo anda tan bien. Esto es así, porque en la parte esencial de nuestra existencia, que es la sentimental, por alguna razón llevamos clavada una duda. Cuando nos imponen presencias, sabiendo que con eso nos lastiman, y más cuando el trato y la cercanía con esas personas confirman comentarios que nos han hecho dudar y sufrir, es imposible no sentir el filo de la duda, molestarnos y reaccionar…
Es tan importante confiar y sentirnos seguros de aquellos a quienes brindamos nuestro amor y cariño, que aunque en todos los otros aspectos de nuestras vidas nos sintamos inseguros y faltos de confianza, la gente no lo notará tanto.
Es normal sentir la llamada duda razonable, y sé que es dañino ver fantasmas por todos lados, pero algunas situaciones nos hacen sentir en una posición de fragilidad que nos hace pensar que ante cualquier dificultad será nuestro lado de la soga, el que se romperá.
La duda nos da infelicidad y desborda nuestros temores a perder, a sufrir, a llorar.
Sin embargo, cada vez que he decidido cerrar los ojos y oídos y confiar, creer en lo que me muestran y me dicen quienes amo, he sido feliz, he experimentado una deliciosa paz, nada me molesta, nada me perturba. Es más, puedo decir que me he llegado a sentir feliz y cada palabra de amor, de solidaridad o de amistad ha sonado más hermosa, porque he creído en su veracidad, porque no he dudado, porque no he permitido que la sombra de la desconfianza empañe la magia de ese momento. A veces desconfiar y dudar es inevitable, más aún cuando se hace muy poco o nada porque apartemos de nuestra mente la duda, pero confiar, dejar la duda y el temor a un lado, es el comienzo de una vida más tranquila y por qué no, de una vida más feliz.