Llega diciembre y de pronto como que todo cambia a nuestro alrededor. Los ánimos se calman, los labios dejan escapar las mejores sonrisas y de repente como que todo el mundo ve al otro diferente, más bien, contento, a pesar de las dificultades que pueda estar atravesando.
Es un mes de fiesta, abrazos, amistad, intercambios de regalos, donde se olvidan los rencores, se ensalza el perdón y se unen los lazos afectivos; en diciembre termina un año más, un año que pudo ser bueno, malo o regular, con sus aciertos y sinsabores, con sus tristezas y alegrías.
Aunque muchas tradiciones se han ido perdiendo, como los aguinaldos hasta el amanecer por las calles del barrio y la Misa del Gallo, lo cierto es que Navidad es tiempo de reflexión, de cambios, de Paz y Amor, sobre todo es tiempo de estar en familia.
¿Por qué la Navidad es así?
Porque en diciembre, específicamente el día 25, el mundo cristiano celebra el nacimiento de Jesús, el Niño Dios, quien se hizo hombre de carne y hueso, vivió entre nosotros y en el año cero de nuestra era sufrió, padeció y sufrió la más horrible de las muertes, crucificado, por la redención de la humanidad.
La Navidad es la celebración del nacimiento de Jesús, y lo celebramos la noche antes de su nacimiento, el día 24 de diciembre.
San Lucas nos relata su nacimiento: José subió de la ciudad de Nazaret, en Galilea, a Belén de Judea, con su esposa María, que estaba embarazada, para empadronarse por ser de la casa y familia del rey David. Estando allí, dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre por no haber posadas para ellos. Unos pastores, Melchor, Gaspar y Baltasar, que dormían al raso y vigilaban por turno sus rebaños, avisados por un ángel del Señor de que había nacido el Salvador esperado, guiados por una estrella fueron a su encuentro.
Incienso, oro y mirra
De acuerdo con San Mateo, “Al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra”. Pero, ¿por qué esos regalos?
Los regalos no fueron elegidos por casualidad, pues el oro era un regalo para Jesús como Rey, pues en esa época era un regalo destinado a los reyes; el incienso era un presente para Jesús como Dios, ya que esa resina se quemaba delante de los dioses, y la mirra era para Jesús como hombre, pues con ella se embalsamaba a los muertos.
Los regalos definían a Jesús en sus tres dimensiones: Dios, Rey y Hombre:
Oro: Baltasar entregó el preciado metal a Jesús por ser considerado el ‘Rey de Reyes’, ya que el oro es un presente regio, que se destinaba a monarcas y altos dignatarios. En el relato, Mateo plasma que los magos preguntaron directamente por el “Rey de los judíos”. Por su parte, el oro también simboliza la pureza, ya que no se altera ni se corrompe.
Incienso: Es el resultado de la suma de resinas aromáticas vegetales y aceites esenciales que al quemarse desprenden un humo perfumado. Gaspar obsequió al Mesías con este presente por tratarse del hijo de Dios, ya que a las divinidades se les rendía culto quemando incienso. Su significado simbólico es la ampliación de la conciencia, la purificación, que va más allá de los apetitos cotidianos.
Mirra: Se trata de una resina que segrega la Commiphora myrrha, un árbol que crece al noreste de África, en Arabia y Turquía. La mirra es aromática y contiene varias propiedades medicinales, aunque también se utilizaba tradicionalmente como ungüento para embalsamar a los muertos. Aunque no se sabe con exactitud el significado, algunas hipótesis apuntan que señalaba su mortalidad como hombre.
La Navidad y el ser humano
Esas dimensiones de Jesús es lo que hace especial la Navidad, y nos impacta a todos.
Nos sentimos reyes, pues somos el centro de atención; nos sentimos dioses, pues en la fiesta todo nos es permitido, y nos sabemos hombres, pues en el desenfreno de la celebración las desgracias y las muertes pueden suceder en cualquier momento.