El populismo erige escena en el teatro global; la representación -los nacionalismos excluyentes- espeja de algún modo el problema principal: el dejar hacer; el dejar pasar. Algo que se ha ido imponiendo a medida que la población en Internet crece de forma geométrica y la verdad de forma aritmética. Siendo la razón de la progresión geométrica la repetición ad nauseam del “buenismo sin fronteras”. Nadie se atreve a decir las cosas que cree que están mal si ve que suenan mal; porque les cae un diluvio de insultos o no te votan en las elecciones si eres político.
En Alemania, Ángela Merkel se candidatea para supuestamente detener el populismo.
Ella, quien jugó al populismo abriendo indiscriminadamente las fronteras europeas.
Creándole a Alemania y Francia el caos de violencia y xenofobia de doble vía que sufren hoy, sobre todo Francia. Donald Trump gana en USA con un discurso populista de rechazo a la inmigración descontrolada. Es combatir el populismo de izquierda con populismo de ultra derecha.
Por suerte, a los populistas de Podemos en España se les está terminando el populismo de verborrea. Por cansancio de la población al ver en los medios, las 24 horas, las mismas tonterías. Aquí, en RD, los populistas de izquierda se mezclan con los de derecha y hacen de Haití su tema para obtener visibilidad. El populismo y el nacionalismo son las tendencias, lo “trending”. Pero los problemas siguen ahí con o sin populistas y nacionalistas. En Haití, el terremoto y el ciclón pasaron, y todo sigue igual. Allá y aquí.
Las dificultades internas muchos gobiernos acostumbran camuflarlas creando conflictos internacionales con el vecino más próximo, que en el caso haitiano es RD. Así, la atención va hacia otro lado y no hacia quienes tienen la culpa de que la población viva en la miseria que vive. En esa estrategia, de desviar la atención, Fidel Castro ha sido el campeón, utilizando a USA como chivo expiatorio de la tragedia cubana, que todo sabemos se debe a él mismo. En Venezuela Nicolás Maduro sigue los pasos castristas.
En Haití, a los problemas políticos internos de sus actuales gobernantes, se suma el “problema” de repartición del botín de guerra que les dejó el terremoto del 2010 y el ciclón Andrews. Todos sabemos que las clases altas haitianas, y ONG, viven de eso, del botín que les deja la miseria de ese pueblo. Mendigando internacionalmente, repartiéndose entre ellos las limosnas pertenecientes a sus esclavos. Mientras, continúan vendiendo falsamente que abolieron la esclavitud, y atacando a su vecino ante la comunidad internacional. Haití y RD nunca podrán ser lo mismo, sus historias las desmarcan demasiado. El horror las creó distintas.