El Gran Santo Domingo se encuentra prácticamente cercado por los ríos Ozama, Isabela y Haina, con decenas de pequeños afluentes que crean un amplio sistema de humedales. Pero, los cinturones de miseria, por un lado, y la ambición de la industria inmobiliaria que se expande sin controles, por otro, destruyen esos ricos hábitats que sirven como reservorios hídricos y desarrollan una compleja integración de especies de la flora y la fauna.En Jardines de Engombe, un barrio que se levanta desde hace décadas, interesados en usar áreas pantanosas en terrenos de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) arrojan, en forma permanente, cascajo y desecho de construcción para rellenar amplios humedales de la cuenca baja del río Haina.
“Lo que está pasando en Engombe es un desastre. La UASD regaló una zona de inundación a la que el Haina se mete cuando hace sus avenidas”, dice el ecologista Eleuterio Martínez.
En otras zonas más deprimidas, como las ubicadas próximos a los Cerros de Arroyo Hondo, decenas de personas construyen casuchas, muchas de hojalatas, sobre rellenos de plástico y otros desperdicios. Así surgen lugares como “El Cañito”, un semillero de viviendas que se levanta sobre un extenso humedal creado por un arroyo que desemboca en el Isabela y que se alimenta de varias cañadas, incluyendo las que atraviesan el Jardín Botánico y el Parque Zoológico Nacional.
“Cuando llueve el agua del Isabela se devuelve para esta zona e inunda todas esas casas”, señala Rafael Acosta, quien lleva más de 20 de sus 64 años de edad viviendo en Apolo 11, un barrio sobre un farallón que tiene debajo a “El Cañito”.
“Entre los problemas que afectan a los humedales destaca el depósito de desechos plásticos. El otro elemento es el relleno. La capital ha estado creciendo de una manera desordenada, y por consiguiente muchos humedales de Santo Domingo se ven amenazados por esa población que suele rellenar esos importantes sitios para dar paso a construcciones de viviendas y de otros tipos de instalaciones”, dice José Manuel Mateo Féliz, director de Biodiversidad del Ministerio de Medio Ambiente.
Explica que a esto se suma el “el poco valor que la gente le da a los humedales”. “Normalmente los ven como charcos o lugares sin importancia. No los asocian a la biodiversidad o a la belleza. Eso contribuye a su contaminación, sobre todo con desechos sólidos y líquidos”.
Entre los servicios ambientales que proporcionan los humedales, resaltan su contribución al control de inundaciones, a la reposición de aguas subterráneas, a la estabilización de costas y protección contra tormentas y a la retención y exportación de sedimentos y nutrientes.
También ayudan a la depuración de las aguas, fungen como reservorios de biodiversidad, proporcionan productos alimenticios y mitigan el cambio climático, explica Mateo Féliz. Al igual que Eleuterio, el ecologista Luis Carvajal llama la atención sobre la forma en que el Estado y la población en sentido general agreden estos ecosistemas que podrían, incluso, ser aprovechados como atractivo turístico.
Carvajal sostiene que la principal amenaza que se cierne sobre los humedales proviene de la falta de una política de ordenamiento del territorio. “El patrón de urbanización, como el patrón general de ocupación de esos espacios, no ha tenido que ver absolutamente ni con su potencial ni con sus funciones ecológicas o ambientales, ni con ninguna visión estratégica de parte del Estado”, apunta.
Medio Ambiente tiene registrados 751 lagunas y 49 estuarios. Los humedales naturales ocupan un área aproximada de 2,298 kilómetros cuadrados, según el A-tlas de la Biodiversidad publicado a finales del año pasado.
Entre los naturales, los estuarios ocupan 1,517.7 kilómetros cuadrados, y los lagos y lagunas 446.5. Los manglares tienen una extensión de 294 kilómetros cuadrados y los humedales de agua dulce, 40.
Los humedales artificiales registrados ocupan 1,810 kilómetros cuadrados en zona arrocera y 88.67 en embalses de presas, para un total de 1,898 kilómetros cuadrados que, sumados a los naturales, conforman un área de 4,196 kilómetros cuadrados.
Entre los humedales naturales más importantes figuran los del Parque Jaragua, Parque Montecristi, Lago Enriquillo (sitio Ramsar), Laguna de Oviedo, Bajo Yuna, Laguna de Bávaro, Laguna Redonda y Laguna Limón. También el Caño de Estero Hondo, Laguna de Cabral o Rincón, Parque Nacional Humedales del Ozama, Humedales del Cinturón Verde de Santo Domingo y Cachón de la Rubia.
La Convención sobre los Humedales se llevó a cabo en Ramsar, Irán, el 2 de febrero de 1971. El país logró el reconocimiento, con categoría de importancia internacional, de los humedales del Parque Enriquillo y la laguna Cabral y gestiona la inclusión en la lista de los del Bajo Yuna, el Parque Jaragua y el río Ozama.
Las autoridades intervienen en 32 sitios
“El Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales ha venido impulsando un amplio programa a escala nacional, de restauración ecológica de humedales degradados, lo que ha permitido trabajar la restauración de unos 32 sitios”, dice el viceministro de Áreas Protegidas y Biodiversidad, Ángel Daneris Santana. El funcionario indica que en ese proceso se incluye: “Eliminación de desechos sólidos, eliminación de especies exóticas invasoras, repoblación con vegetación nativas y endémicas, apertura de senderos ecológicos, construcción de infraestructuras de vigilancia y de recepción de visitantes, promoción de actividades educativas e interpretativas abiertas a todo público”. Resalta además que los esfuerzos por conservar los humedales toman en consideración la integración de sus comunidades circundantes.
Preocupación
Eleuterio Marínez
Ecologista UASD y Academia de Ciencias
Deplora que empresas constructoras de viviendas rellenen humedales próximo a zonas como Puerta de Hierro, cerca del Higüero y Arroyo Hondo. Ve a Santo Domingo como “la capital ecológica de las Américas”, cercada por tres ríos.
Luis Carvajal
Ecologista UASD y Academia de Ciencias
Plantea que al abandono que sienten los campesinos desde hace décadas los lleva a ubicarse en los cinturones de miseria de la capital, con lo cual contribuyen a deterirar los sistemas de humedales.