Lo que para muchos ya era una realidad ocurrió ayer. Margarita Cedeño de Fernández es la compañera de boleta del candidato presidencial del Partido de la Liberación Dominicana, Danilo Medina. Con su lanzamiento, el PLD completa su unidad con la vista fija en el 20 de mayo de 2012.La proclamación estuvo precedida de una fuerte declaración de su esposo, el presidente Leonel Fernández, durante una entrevista con elCaribe: “Danilo ganará en primera vuelta”. Fue un mensaje directo, para despejar dudas respecto a su apoyo a la candidatura.
El lanzamiento confirma el proceso de unidad interna del PLD después de un largo período en el que esa agrupación seguía un camino incierto entre danilistas y reeleccionistas. Estos quedaron frustrados con la reforma constitucional, que cerró toda brecha a Leonel Fernández.
En ese período borrascoso se escucharon voces persistentes de la Iglesia Católica y de figuras importantes del entorno presidencial, como el doctor Marino Vinicio Castillo, que advirtió de las graves implicaciones que tendría para el PLD y el propio Fernández dejarse seducir por los abogados de su continuidad.
Cuando ya era evidente que no había espacio para una reelección, importantes figuras del PLD cercanas a Fernández pretendieron estructurar opciones para “heredar” su liderazgo. El vicepresidente Rafael Alburquerque fue parte de esos ensayos. Corrió la consigna de que “después del primero, va el segundo”. No cuajó.
Otros más cautos ni siquiera intentaron correr en las primarias. Se animaron figuras como José Tomás Pérez, que ya tenía una carrera adelantada; Francisco Domínguez, Franklin Almeyda, Radhamés Segura y… Margarita Cedeño, a quien se le impidió concurrir como precandidata presidencial. Margarita no pudo ocultar un dejo de frustración ante los mecanismos de control que de cuando en vez surgen en el peledeísmo y que recuerdan ciertas vocaciones leninistas del pasado: por decisión del comité central no podía correr como aspirante. Resultado de la real politik.
El PLD superó esa prueba. Otros episodios marcarían lo que parecía un final trágico, al mejor estilo de sus contrarios. Danilo Medina había abandonado el Palacio Nacional, donde fungía de segundo hombre a bordo, un Ministro de la Presidencia en la práctica, con un poder inmenso. Danilo se lanzaba a lo que todos veían como una guerra frontal con su presidente y viejo compañero de batallas. El mismo hombre que lo había llevado en los hombros y que con Temístocles Montás conducían las estrategias del PLD.
El 6 de noviembre de 2006, Medina sorprendió al país. Envió una carta en la que sostenía: “En el día de hoy he comunicado personalmente al señor Presidente de la República mi renuncia como Secretario de Estado de la Presidencia. Considero cumplido el compromiso que adquirí hace ya dos años y medio al incorporarme al Gobierno. […] Los funcionarios tomaron posesión el 16 de agosto y ese mismo mes informé al señor Presidente de la decisión que ahora hago efectiva. Mi salida del gobierno es, por tanto, bien meditada y en todo momento respetuosa con la tarea que está impulsando el Presidente […]. Mi decisión a partir de ahora es seguir sirviendo a mi país, sólo que desde otra posición: en este caso desde el interior del PLD […]”.
Era una proclama a la “libertad de pensamiento” pero, por más que se edulcoró aquel momento, la unidad interna del PLD quedó rota y destrozadas las relaciones políticas y personales, entre ambos hombres. El destino les reservaba la prueba de la confrontación. El táctico de los tácticos, Danilo Medina, frente al pensador, el visionario, Leonel Fernández. En la incertidumbre y las dudas, el hombre de los planes de largo plazo, Temístocles Montás.
Se abrían las puertas para el retorno del PRD al poder. Un proceso interno tremendamente desgarrador llevó a Danilo a proclamar que el Palacio lo había derrotado. Fue el el 6 de mayo de 2007, cuando Fernández se impuso en la convención interna. “Yo dije desde el principio que esta era una competencia contra el Estado y el Estado se impuso”, dijo Danilo. Cuando se le preguntó cuándo se produciría un reencuentro, respondió: “el PLD debe reencontrarse de una vez, no con el Presidente sino con todo el mundo. Debemos reencontrarnos tan pronto pase este proceso”.
Desde entonces, el distanciamiento marcó las relaciones entre él y Leonel. Sin embargo, sus declaraciones durante la precampaña y después de la derrota interna nunca pusieron en juego su presencia en el partido ni fueron consideradas ofensivas al presidente Fernández, quien siempre se mantuvo cauto.
La reforma constitucional de 2010, un valladar para posibles intentos de continuismo de Fernández, sentó las bases para que el PLD pudiera reencontrarse. El pasado 8 de abril, en un acto en el que fueron presentadas dos millones de firmas que supuestamente lo avalaban para cualquier decisión, Fernández anunció que “declinaba”.
Al mismo tiempo, esa reforma constitucional sembraba la semilla de la división en el PRD. Con la fórmula aprobada, los gobernantes no podrían reelegirse.
Podían retornar un período después. Hipólito Mejía quedó rehabilitado y Leonel “congelado”. Dos capítulos abiertos. Uno apuntaba a una obligada y bien llevada ruta hacia la unidad, y la otra, mal encaminada, a la división.
Sanar heridas
Margarita Cedeño, la escogida por Medina, viene a sanar las heridas, si las hubo, como parece ser. Su proclama sugiere un pacto no escrito entre Leonel y Danilo sobre la base de mantener al partido en el poder. Habría que ver el significado de ese pacto. Si formaría parte de la gobernabilidad en caso de triunfo en 2012 y/o en 2016, cuando de nuevo se abren las puertas para Fernández.
El dato medible hoy es que los peledeístas juegan sus bazas. Todas las cartas están en una sola mano. Ayer mismo, en lo que viene a ser otro metamensaje que sugiere la unidad del PLD en torno a Medina, apareció José Tomás Pérez junto al candidato, en el acto de adhesión del Partido Quisqueyano Demócrata Cristiano.
Con la unificación del PLD, el PRD queda dramáticamente compelido a definir sin más vueltas su agenda interna, que sigue abierta. Por más que persistan en negarlo, constituye la principal amenaza para un resultado electoral exitoso.l
El deshoje de Margarita
Margarita Cedeño no llegó a proclamarse precandidata presidencial pero en torno a su figura surgió un fuerte movimiento que debió ser desactivado. Ella misma lo hizo durante un acto, el 25 de abril pasado, en el que no pudo ocultar sus desencantos y agravios.
Fue un largo discurso: “Mi nombre siempre ha aparecido al lado y a veces por encima de grandes y respetables figuras del país, incluyendo los pseudo generales de la política. Aún sin que los encuestadores mencionen mi nombre, la gente, mi pueblo, me pone en el ojo del huracán y en muy buena posición, casi envidiable…”
Y agregó: “No he salido a hablar, sino a trabajar. Por eso, tal vez en algo sí tengan razón, que soy una alternativa de poder, pero para el Partido, y también de cambio, de frescura, de renovación y de esperanza. Yo no vine al Partido a dividir. Vine a trabajar para sumar, para construir, para crear, para ganar, para aunar esfuerzos y crear sinergias, para contribuir a sacar este país del atraso y lograr que la gente tenga mejores condiciones y más calidad de vida. No creo que la Presidencia de la República sea mi fin último en esta tierra y no creo que tampoco haya predeterminados para asumir esa posición”.