De confirmarse el triunfo de Danilo Medina en las elecciones de ayer, el Partido de la Liberación Dominicana se consolida como una de las fuerzas dominantes de la época postrujillista.Antes de que gobernara el presidente Leonel Fernández, el partido era la cenicienta entre los más tradicionales del país, porque no había alcanzado el poder y su experiencia más cercana fue cuando el profesor Juan Bosch denunció que Joaquín Balaguer le había arrebatado una victoria en las elecciones de 1990. Con tres veces que Fernández ha logrado sentarse en la silla presidencial, el PLD alcanza ahora su cuarto triunfo en unas presidenciales.
El actual jefe de Estado llegó al poder en 1996, volvió en 2004 y repitió en 2008. Hasta el momento, la fuerza que más ha sido favorecida por un boletín final es el Partido Reformista, luego convertido en Reformista Social Cristiano, por el que Balaguer gobernó seis veces.
Esas ocasiones fueron las de 1966, 1970 y 1974. Volvió en 1986, para repetir en 1990 y 1994, con la particularidad de que este último período fue acordado a dos por las denuncias de fraude electoral que se produjeron.
En cambio, el Partido Revolucionario Dominicano, el más viejo de los que están vigentes, lleva hasta cuatro presidentes: Juan Bosch en 1962, Antonio Guzmán en 1978, Salvador Jorge Blanco en 1982 y Hipólito Mejía en 2000.
De mantenerse la tendencia que han proyectado los primeros boletines el PLD romperá la línea histórica de sólo haber ganado con el presidente Leonel Fernández. Nunca llegó al Poder Ejecutivo cuando postuló a su fundador, Juan Bosch. El fenecido escritor y político ganó la Presidencia en 1962 pero para entonces presidía el PRD. El propio Medina había fracasado en su intento del año 2000.
La de ayer es la elección número 14 para el Poder Ejecutivo desde que cayó la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo.
Son 50 años de esos primeros comicios en los que ganó el profesor Juan Bosch, aunque con el eclipse de un golpe de Estado, gobiernos de facto y una guerra civil, interrumpida con una intervención de Estados Unidos.
Desde 1966 no se ha dejado de celebrar elecciones, lo que afianza una tradición democrática, sin ignorar las manchas de la intervención militar, la represión, las sospechas, denuncias y documentaciones de fraude.