Después de cada metida de pata, para los venezolanos por desgracia muy frecuentes, el presidente Nicolás Maduro se inventa una crisis con Colombia, su enemigo favorito. Agotado el éxito inicial de tal estratagema, legada por su antecesor el comandante Chávez, apenas le queda el ridículo. Su nuevo y fallido intento de desviar la atención de la comunidad internacional y del pueblo sobre su mágico poder de hundir a una de las naciones más ricas del planeta en un reino de escasez, en un tiempo record y sin mucho esfuerzo, le pone fecha a su trágico y deprimente ensayo revolucionario. La paciencia venezolana pondrá la fecha. Pero está escrita ya en el calendario de la desesperación que lo agobia.
El nuevo cuento del señor Maduro es la existencia de una mafia internacional encabezada por Colombia y en la que estarían involucrados otros países, algunos europeos, para destruir las finanzas venezolanas. La supuesta trama conspirativa consiste, según su fértil y enajenada imaginación, en acumular millones de billetes de 100 bolívares, hasta hace unos días el de más alta denominación, cuyo valor real era de menos de un dólar, con el cual no se podía ya comprar nada, debido a la acelerada inflación que el gobierno chavista se resiste a reconocer. A los ciudadanos se les dieron tres días para cambiar sus billetes por los nuevos de 500 y hasta 20,000 bolívares, equivalente este último a unos cinco dólares estadounidenses.
El alza de precios, por la escasez de alimentos y medicinas e insumos para la industria, es permanente y se necesitarán a pesar del cambio de un fajo grande de bolívares para adquirir el más insignificante de los productos. Del trágico drama que ha representado por años el “socialismo del siglo XXI” , una mala copia de otro más miserable importado de Cuba, se ha pasado ahora a lo que en el fondo siempre fue: un perfecto disparate. La recuperación le costará años a Venezuela.