Muchas veces, cuando iniciamos algún proyecto, aunque tengamos todas las intenciones de llegar hasta el final, por cualquier razón o con cualquier pretexto lo abandonamos.
En ese momento no pensamos en todo el tiempo perdido, en la inversión económica, en las horas que hemos gastado para alcanzar esa meta que ya ha dejado de tener valor para nosotros. Aunque soy del pensamiento, de que cuando la pasión o el interés por las cosas se mueren, lo mejor es renunciar, dejarlo todo atrás, no es menos cierto, que no en todos los ámbitos de nuestras vidas debemos tomar esta medida.
A veces se da el caso de que factores ajenos a nuestro objetivo nos hacen sentir desanimados, tristes, apáticos y esto no significa que hayamos perdido interés o el amor por nuestras metas se haya esfumado.
Por eso debemos estar atentos y no dejar que por problemas anexos nos alejemos de nuestros objetivos, ni renunciemos a la compañía de las personas que amamos, o que asumamos posturas que obliguen a los otros a dejarnos solos.
Sin embargo, el desánimo y la tristeza se desbordan y es inevitable que inunde otras áreas de nuestra vida y que confundamos esta sensación con desinterés y falta de amor. A mí me pasa con frecuencia. Me asusto y entristezco cuando alguien a quien amo se muestra desanimado, sin el mismo entusiasmo en su tono de voz. Tiendo a confundir las cosas, algo que para alguien tan radical como yo, es muy peligroso…
Como yo, deben existir muchas personas, que basados en una actitud, un gesto o un cambio en el trato que reciben de una persona, toman decisiones definitivas, de las que aunque se arrepientan, no hay vuelta atrás. Es por eso que aunque resulte difícil, debemos aprender a conocer y establecer a qué obedece cada actitud, preguntar, quizás, el porqué, esperar a que las cosas vuelvan a la normalidad, pero jamás partir a la ligera.
Debemos tratar de que el malestar o la tristeza que nos produce algún episodio no afecte los demás escenarios en que nos desenvolvemos, y mucho menos herir y lastimar a los demás actores que intervienen en la gran historia que es nuestra vida.