La paz en Colombia

La semana pasada pude oír los discursos del presidente Juan Manuel Santos; del representante del gobierno de Colombia, Humberto de la Calle; e Iván Márquez, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Estos dos últimos desde la…

La semana pasada pude oír los discursos del presidente Juan Manuel Santos; del representante del gobierno de Colombia, Humberto de la Calle; e Iván Márquez, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Estos dos últimos desde la Habana, donde se firmó el acuerdo que puso fin a largos años de enfrentamiento fratricida entre las fuerzas armadas de Colombia y la guerrilla de las FARC.

Interesante ver cómo se reconciliaban ambos bandos luego de tantas muertes, tantas madres haber perdido sus hijos, hijos haber perdido sus padres, tantos viudos y viudas, tantos amigos haber perdido seres queridos de infancia.

He admirado desde siempre a la sociedad colombiana. Su enorme capacidad de resistir al narcotráfico más feroz, encarnado en la figura de Pablo Escobar, quien asesinaba sin miramientos, sin importar si eran figuras tan importantes como Luis Carlos Galán, asesinado por los esbirros de Escobar, y de Rodríguez Orejuela, asesinado el 18 de agosto del 1989 en la comunidad de Soacha, en la región de Cundinamarca; o si eran inocentes transeúntes en el lugar equivocado. Galán se perfilaba como seguro presidente y su rabiosa oposición al negocio de la droga y su tajante posición en permitir la extradición de los narcos fue razón más que suficiente para que se ordenara su ejecución.

Una sociedad que no se atemorizó nunca, cuyas instituciones soportaron al narco en un extremo y a la guerrilla del otro es, sin duda, digna de admiración. Muchas veces me he preguntado, ¿Qué hubiera sido de nosotros, de concretarse la anexión a la Gran Colombia? Sin embargo, a pesar de nuestras limitaciones siempre me siento orgulloso de ser dominicano.

En medio de todos estos problemas de seguridad, sus instituciones eran tan fuertes que se preocuparon de la educación de su gente con planes bien estructurados, preocupados por un verdadero sistema educativo, y con mediciones para monitorear el progreso de sus planes decenales, que a diferencia de los nuestros eran cumplidos rigurosamente.

Su sistema de salud no se quedó atrás. Hoy, Colombia hace trasplantes de órganos a muy bajos costos y con grandes éxitos. Han tenido la visión de que una sociedad sólo se desarrolla con educación y salud.

La excelencia de sus servicios no se queda atrás. Tuve la gran oportunidad de visitar y de interactuar con Empresas Públicas de Medellín (EPM), responsable de proveer electricidad, agua, basura y gas a los habitantes de esta importante parte de Colombia. Su capacidad ha sido tal que se ha expandido regionalmente fuera de las fronteras de Medellín, reconociendo todos sus niveles de eficiencia.

Es la capacidad del pueblo colombiano, de sus líderes, la que ha permitido firmar este de acuerdo de paz en la Habana, Cuba. Decía, con toda razón, Humberto de la Calle que hoy han llegado a una meta, tienen por delante “discusiones, ajustes y sacrificios. Necesitan comprensión y altruismo, tenacidad y paciencia. Tenemos que asumir una responsabilidad como colectividad humana, en la que cada quien debe jugar su propio papel”.

Admite De la Calle, que el acuerdo logrado no es perfecto, como todo lo que es hecho por humanos, pero admite que es el mejor acuerdo posible.

Por su parte, el líder de las guerrillas, Iván Márquez, dice: “Que no es un punto de llegada, sino un punto de partida para un pueblo multiétnico y multicultural, unido bajo la bandera de la inclusión, sea orfebre y escultor del cambio y la transformación social que claman las mayorías”.

El presidente Juan Manuel Santos declaró: “Han sido más de treinta años para poner un punto final al conflicto con las FARC y hoy hemos dado el paso más definitivo en esa dirección. No solamente se acordó el fin de las confrontaciones con un cese de fuego y hostilidades bilateral y definitivo, sino que también se definió un cronograma preciso para que las FARC dejen las armas para siempre. Esto significa ni más ni menos el fin de las FARC como grupo armado. Los jóvenes y niños de nuestro país no han conocido un solo día sin la violencia del conflicto armado”.

El acuerdo es muy amplio, define programas de tenencia de tierras, de desarrollo rural, social y económico, estímulo a la producción, crédito, formación, y un sistema de seguridad alimentaria. Asegura la participación política de la FARC en todos los niveles de decisión y lo más importante: la sustitución de los cultivos de drogas por cultivos ambientalmente amigables y productivos para los campesinos.

Como uno de los testigos del pacto de paz, estuvo presente Venezuela. Qué ironía, el país que no ha sido capaz de ordenar su casa, ayuda a ordenar la ajena. El gobierno que cerró unilateralmente las fronteras con Colombia y que luego, frente a la enorme escasez de productos básicos y la presión interna por cambiar a un gobierno que sólo escucha pajaritos, se vio obligado a reabrirla para que sus ciudadanos cruzaran al noble país vecino a abastecerse y combatir el hambre a que los tiene sometidos un gobierno cuyo único logro es haber llevado a la ruina a un país de enormes riquezas.

Colombia sabrá trillar el camino de la paz que tanto trabajo y sangre ha costado. La firmeza de sus instituciones triunfará de nuevo, el patriotismo de los colombianos sabrá curar las heridas que sin dudas deja un conflicto de esta naturaleza y lograrán forjar una Colombia más fuerte y segura, para orgullo de sus ciudadanos y ejemplo para el mundo.

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