La vida de todo ser humano está compuesta de los momentos que ha vivido, de esas horas que forman parte de sus recuerdos y, por ende, del pasado. Es imposible desprendernos de él. Para bien o para mal, lo que hemos vivido es parte de nuestra historia y por más que superemos la parte negativa de ese pasado, sus efectos contribuyen a moldearnos.
Más de una persona ha dicho que de las experiencias negativas es de las que más han aprendido, que gracias a las traiciones y decepciones que le han provocado otros, hoy son personas más fuertes, más cautas, menos confiadas.
El pasado es una parte importante de nosotros, no debemos olvidar nunca de dónde venimos; si lo hacemos, es difícil saber hacia dónde nos dirigimos. El camino transitado es la escuela en la que aprendemos, entre otras cosas, lo que no debemos volver a repetir. En el pasado se van quedando las personas que solo estuvieron de paso y lo que un día nos dimos cuenta que no era lo que pensábamos. Sin aferrarnos a él, debemos respetarlo y valorar las enseñanzas que nos dejó. Es simplemente aprender del pasado. El presente es el hoy, lo que hacemos, quienes nos rodean, nuestra rutina, las cosas que ahora nos gustan y sin las que no nos imaginamos la vida. El presente llega sin darnos cuenta al abrir los ojos cada día. Es ese regalo diario por el que pocas veces damos las gracias, es la suma de esos momentos felices que compartimos con quienes amamos. Es nuestro tesoro, lo que somos, aunque en nuestra cabeza dé mil vueltas el deseo de crecer y alcanzar nuevas metas, de despertarnos un día en un lugar diferente, rodeados de otros aires, en otro ambiente. El presente es la vida que no vivimos a plenitud, preocupados por lo que nos aguarda mañana. En cambio, el futuro es el porvenir. Es la incertidumbre del mañana, con él jugamos a que sea como lo deseamos, lo inventamos cada día en un sueño, lo imaginamos feliz, luminoso, junto a esas personas que amamos y cuya presencia se hace cada vez más importante. Para muchos se convierte en una obsesión saber dónde y cómo estarán en el mañana. Y más de uno le teme, más que por el paso del tiempo, porque ese tiempo pase sin alcanzar aquello por lo que han luchado toda la vida.