El presidente electo heredará unas finanzas públicas con un déficit que ya es estructural y que podría llegar este año a cerca de los 100,000 millones de pesos, el cual se ha financiado con endeudamiento público.
La situación fiscal es tal, que de seguro se requerirá la ayuda del Fondo Monetario para desenredar esta maraña. Sería la tercera vez que recurrimos al FMI desde el 2005. La última fue a finales de 2009.
En esa última ocasión, dada la situación internacional, el FMI permitió que el gobierno tuviese un alto déficit fiscal en los años iniciales del programa, bajo el entendido de que debería irlo disminuyendo anualmente hasta llegar a una cifra prudente.
Sin embargo, el gobierno saliente tomó la plata que le ofreció el FMI y otros organismos internacionales, para cubrir los déficits del 2009, 2010 y 2011, pero a finales de ese último año le dijo al FMI que no podía cumplir las metas fiscales acordadas, por lo que el acuerdo fue suspendido. Así el gobierno pudo gastar a sus anchas en este año electoral y llegar a un déficit escandaloso, sin tener que rendir cuentas a dicha institución.
Ahora, nuestro próximo presidente tendrá que tocar nuevamente las puertas del FMI si quiere mantener abierto el crédito internacional y seguramente sus funcionarios prometerán que esta vez se cumplirán las nuevas metas fiscales acordadas.
Sin embargo, todavía no se sabe cuales serán las nuevas exigencias que impondrá esta vez dicho organismo, pero consideramos que serían muy ingenuos si permiten el mismo esquema aprobado en el 2009, es decir, de altos déficit al inicio del programa y promesas de reducciones paulatinas en los siguientes, hasta llegar a cifras moderadas.
Si esta es la decisión, el país correría el mismo riesgo de que a medida que se acerquen las próximas elecciones el gobierno procederá a suspender una vez más dicho acuerdo para poder gastar libremente, con lo que se enredaría aun más la maraña.
Por eso consideramos que en esta ocasión, el FMI seguramente requerirá que el déficit fiscal para el próximo año 2013 se ajuste a lo que se había estipulado en el acuerdo del 2009.
De ser así, para poder llegar a un nuevo acuerdo con el FMI, tendrían que tomarse las medidas de ajuste antes de la aprobación del programa. Pero para tomar estas medidas por el lado de los ingresos, el gobierno tendría que proceder previamente a una reducción drástica de los gastos, para que la población acepte el ajuste aunque sea con una amarga resignación.
El problema adicional que se presenta es que ya pronto el nuevo gobierno tendrá que someter al Congreso en el proyecto para el presupuesto nacional del próximo año y mal haría si lo somete sin medidas de ajuste, pues entonces el déficit sería nuevamente escandaloso.
Se trata pues de un problema urgente, donde no se sabe por donde se comenzará. l