Un padrón electoral en la cultura política dominicana es un espejo en el que te puedes ver y ver a otras personas; pero que en la realidad ningunos existen.
Los patrimonialistas y clientelistas los han hecho a sus imágenes y semejanzas.
Una entelequia para montar la charada, la intríngulis de cada cuatro años. De esa entelequia, que sólo controlan los del círculo íntimo del presidente de turno de cada partido, es de donde salen los elegibles a ocupar una curul en el Poder legislativo. En el Poder de poderes en un Estado de Derechos. El Poder donde se macera y se cuecen las leyes que nos harán una nación o una tribu con bandera.
De esos padrones electorales es que tenemos un Congreso compuesto por abogados sin estudios, sindicalistas sin obreros, profesores que no pasarían un examen de octavo grado, periodistas sin talento, empresarios de contratas estatales, y algún que otro heredero de la curul que van de patriotas y que reditúan beneficios a “la familia”. En general, diputados y senadores inferiores a la media de cualquier profesión, pero superiormente hábiles en trapicheos varios.
En el Congreso es donde se ejerce el poder legislativo, un poder autónomo, con soberanía, y, parafraseando a Ortega y Gasset, esa soberanía no es una competencia cualquiera, no es propiamente poder, no es ni siquiera el Estado, sino que es el origen de todo Poder, de todo Estado y, en él, de toda Ley.
Cometer un fraude electoral, a través de sistemas informáticos, no es difícil, salvo que las organizaciones de observación y los partidos políticos lleven un conteo paralelo con actas y padrones creíbles. Ha pasado en muchas elecciones el envío sesgado de la información, en la cual lo que se transmite, recibe y publica por el organismo electoral, tiende a ser las actas de lugares donde al partido de gobierno le va bien, en lugar de publicarlas todas. Hasta en USA, recuerden el reclamo de Al Gore.
El padrón electoral de los partidos, y el de la JCE deben ser instrumentos visibles, creíbles y fáciles de localizar en internet para darle credibilidad a nuestro sistema electoral. Y es más importante que sea así ahora, porque estamos estrenando un nuevo formato de cédula electoral y de identidad que ha sido dirigido casi personalmente por un miembro, en supuesto receso, del partido político en el gobierno que no se ha ganado la credibilidad que debe tener un presidente de un organismo como el que organiza las elecciones. Todos sabemos que la manipulación en el proceso de cedulación ha sido una realidad en nuestro país, en donde los muertos votan una, dos o hasta tres veces.