La recién anunciada alianza entre el Partido Revolucionario Moderno (PRM) y el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) parece muy ventajosa para el segundo, al obtener un mínimo de 200 candidaturas, incluyendo 65 para el Congreso, a cambio de la tercera posición en la boleta electoral y una votación que, de acuerdo con las últimas encuestas, no alcanza los dos dígitos. El acuerdo le asegura a los reformistas la candidatura vicepresidencial y la posibilidad de encabezar la presidencial dependiendo de una encuesta a celebrarse en febrero.
No está claro si el PRM y su candidato Luis Abinader, sopesaron bien los términos, a menos que sus números no les sean halagadores. El acuerdo le cierra virtualmente la posibilidad de una concertación mayor con otros grupos opositores que incluya la principal fuerza emergente representada por Alianza País, cuyo candidato, el ex fiscal Guillermo Moreno, luce la figura fuera del gobierno con mayor potencial de crecimiento dentro de las fuerzas minoritarias, a costa precisamente de otras fuerzas de oposición. Las diferencias políticas entre el partido de Moreno y aquellas son tan grandes como las que le separan del oficialismo y el acuerdo con el PRSC, aleja al PRM de un arreglo similar con ese grupo.
¿Qué tan importante puede ser para el PRM y Abinader, un pacto de una magnitud tal que no solo ceda, en perjuicio de muchas aspiraciones dentro de sus propios seguidores la casi tercera parte de las nominaciones a la Cámara, más de un tercio de las candidaturas al Senado y decenas en los gobiernos municipales, e incluso su propia candidatura, a un partido al que la percepción generalizada le asigna mucho menos posibilidades que las suyas? ¿Cuál será el efecto en las pugnas internas por esas candidaturas? ¿O acaso no posee el PRM fuerza electoral suficiente? Las respuestas a esas y otras interrogantes se sabrán talvez en los próximos días.