El derecho a disentir es propio de una democracia. La opinión distinta y la posibilidad de plantearla en los espacios públicos es consustancial con una sociedad plural que hace esfuerzo por vivir de acuerdo a valores democráticos. No hay razón para oponerse al debate público sobre las ideas, más bien, este tipo de ejercicio ayuda a que el régimen político alcance una mayor madurez. Después de décadas tratando de superar la herencia autoritaria, la sociedad dominicana tiene una mayor compresión sobre este aspecto.
El problema en la actualidad no es si puede haber o no debate público, más bien el problema es qué tipo de debate adquiere relevancia en la opinión pública. Nos encontramos en momentos de una intensa discusión pública, pero muchas veces insustancial o basada en argumentos que buscan más bien, descalificar a las personas que tienen una opinión distinta. Esto es particularmente grave, si los planteamientos a los que se recurren están basados en el desprecio y la discriminación frente al otro. La situación empeora, si las opiniones proceden de una figura pública que ostenta la representación de determinados sectores.
A propósito de esto, las declaraciones del Cardenal de Santo Domingo respondiendo al discurso del embajador de los Estados Unidos causan mucha pena y dolor. Oponerse a las críticas hechas por este embajador, haciendo referencia a un aspecto particular de su vida personal, como su opción sexual, no contribuye al debate. Tratar de descalificarlo por esto, es una manera de promover la exclusión y el odio frente a determinados grupos. Más grave aún es la visión profundamente atrasada del prelado sobre el rol de las mujeres. Este entiende, desde su perspectiva decimonónica, que las mujeres deben de estar en las casas atendiendo a sus esposos. Desconoce de esta manera décadas de luchas por una mayor equidad de género.
Debatir en democracia supone respeto y tolerancia. Este debate debe contribuir a que comencemos a desterrar las visiones que nos tienen anclados en el siglo XIX y que nos impiden que seamos una mejor sociedad. Al mismo tiempo, es necesario aprender a disentir sobre la base de las ideas y los argumentos, no de la descalificación. Ahora que las redes sociales permiten ampliar el espacio público para el debate, es importante tener en cuento esto. Se puede hacer una gran contribución al país si somos capaces de lograr un diálogo público distinto. Esta es la esencia de la democracia deliberativa, intervenir en el debate público para identificar los problemas y aportar en la definición de las más adecuadas políticas públicas.