Andrés Morel nunca vio tanto dinero junto como cuando una cajera de un banco de Santiago le preguntó cómo quería que le entregara el cheque de 200 mil dólares que había ido a cambiar.“Démelo en pesos”, fue la reacción inmediata que le vino a la mente, aunque instantes después, todo un manojo de nervios, reparó: “No, mejor deme 100 mil pesos en efectivo, en papeletas de dos mil, y el resto déjelo a mi nombre en una libreta de ahorros”.
Abordó un taxi y se dirigió a la terminal de autobuses de la empresa Caribe Tours para regresar a Santo Domingo. El camino se le hizo largo, más largo que cuando vino la primera vez a la capital. Andrés se puso ansioso. Quería como que el tiempo volara para llegar a su casa, en el ensanche Quisqueya, y comunicarle a su familia que era millonario.
En el trayecto recibió una llamada de su hermana Rosa María, quien le preguntó si los abogados le habían hecho entrega de “la cosa”, a lo que él, de momento, no supo qué responder, au,nque luego asintió y despidió la conversación preguntándole cuándo volverían a verse.
Andrés no lo podía creer. No pasaba un minuto en llevarse la mano a los bolsillos para tocar las papeletas de dos mil y mil pesos, pero lo hacía de manera discreta para no llamar la atención del pasajero que iba en el asiento de al lado.
Los 7.4 millones de pesos (200 mil dólares a una tasa de 37 pesos como se cotizaba entonces la moneda norteamericana) que había recibido eran por concepto de la herencia luego de determinarse que era hijo de Isidro García Mercedes, aquel acaudalado hombre de negocios con quien convivió durante su niñez en la casa de la comunidad de Mata Guanábano, en Gaspar Hernández, y quien ni por asomo le dejó entrever que era su vástago.
“Yo no lo veía como un padre. Nunca me dijeron nada. A don Isidro lo veía como hermano de Francisco, el más viejo de la familia y quien fue la persona que siempre tuvo el cuidado de que a mí no me faltara nada”, comenta.
El hijo bastardo
Andrés se remonta a su adolescencia entre potreros de vacas y cafetales; entre campesinos que laboraban como peones en las fincas de los García Mercedes.
Nunca su madre, Catalina Morel, le habló de su padre y él tampoco le inquirió por qué sólo tenía un apellido.
“No me daban dinero por mi trabajo. Don Pocholo, como apodaban a Francisco, me compraba ropa, medicinas y mis cuadernos y libros para ir a la escuela. Él se mantenía atento para que a mí no me faltara de nada”, recuerda.
Doña Catalina trabajaba como doméstica en la casa de la familia, donde tuvo una relación de sexo con Isidro que Andrés define como “un percance”. Jamás nadie se atrevió a preguntar de quién era la “barriga”, ni siquiera entre los escasos vecinos que habitaban fuera de los linderos de la finca.
Después que murió don Francisco, Andrés emigró a Santo Domingo. No volvió a ver más ni a saber de la familia García Mercedes, aunque por la prensa se enteraba de las grandes inversiones que realizaba Isidro en el sector turístico de Puerto Plata.
Antes de morir su madre, en 1992, ya sospechaba que Isidro era su padre, “no porque mi mamá me lo dijera, sino porque muchas personas lo comentaban y decían que el difunto había dejado varios hijos sin reconocer”.
Andrés se desentendió de todo y se consideró un hijo bastardo. Formó su familia en Santo Domingo y luego se fue a trabajar a Bávaro, en donde se cayó de un andamio y quedó en silla de ruedas por varios meses. Fue en esas condiciones que recibí una llamada donde se me convocado a una reunión con la viuda y las hijas del difunto García Mercedes.
No lo pensó dos veces. Se trasladó a Puerto Plata, pero en esa ocasión no pudo materializarse el encuentro por ausencia de la viuda Rosa Linda de los Santos. Entonces, le dejó el número de teléfono a una persona ligada a la familia, y un día que no tenía ni un centavo ni para la comida, recibió una llamada de Rosa María, hija de la viuda, convocándole a que se vieran en un restaurante de Santo Domingo.
Como “hijo de la calle” se le hizo una prueba ósea de ADN, cuyos resultados dieron 99.99% de positivo.
Andrés ha demandado su paternidad y su caso se encuentra actualmente en la Suprema Corte de Justicia, luego de dos sentencias anteriores emitidas por tribunales de Puerto Plata a su favor.
Corte de Apelación anula sentencia
La Corte de Apelación de Puerto Plata declaró inconstitucional el artículo 6 de la Ley No. 985, del 5 de septiembre de 1945, que refiere sobre los plazos de una demanda en paternidad, y acogió el recurso interpuesto por Andrés Morel en contra de una sentencia dictada en primera instancia que le desconocía el derecho a ser reconocido como hijo biológico de Isidro García, fallecido el primero de junio de 2007.
La decisión fue recurrida ante la Suprema Corte de Justicia, donde aguarda la fecha para ser conocida.
A través de su abogado, Arismendy Debord López, el demandante invoca la ley 136-03 y el artículo 55 de la Constitución.