Las reacciones iniciales de la minoría en el PLD contra la decisión de su Comité Político de propiciar una reforma constitucional para permitirle al presidente Danilo Medina optar por un segundo mandato, responden a la convicción de que con ella se decidió el liderazgo del partido, no sólo la candidatura presidencial. No hay allí espacio para dos jefes. Con la pérdida de la mayoría en ese organismo y en el Comité Central, los seguidores del expresidente Leonel Fernández tienen muy estrecho margen de maniobra. La lógica política y el buen sentido sólo les muestran un camino: rendirse a la realidad. Desconocerla sería contrario a los estatutos y, sobre todo, a su tradición histórica, que los obligan a aceptar la decisión de la mayoría en el PLD, so pena de caer en rebeldía.
La oposición de ese grupo obedecería a sus planes de lograr la candidatura de Fernández sobre la base del impedimento constitucional que prohíbe la reelección consecutiva. Esta actitud se entiende inconcebible ante sus altos niveles de rechazo y el creciente cuestionamiento de su figura política. No obstante, hasta cierto punto lógica desde la perspectiva de la reforma anterior que procreó una Constitución diseñada para garantizar su permanencia indefinida como opción presidencial, cerrándole el paso a la reelección de su sucesor, el actual presidente.
Obviamente, en el juego de poder Fernández ha pasado a un segundo plano. En aras de la unidad, le será reconocida su condición de presidente del partido. Una presidencia protocolar, pues para todos los demás fines el líder será el presidente Medina. Si no lo entienden así, los vientos seguirán soplándoles de forma adversa y las víctimas de una derrota por una escisión futura no serán los seguidores del nuevo liderazgo. Por supuesto, tras años de alejados del poder, la oposición apuesta a que el terco empeño de regreso de Fernández, le allane el camino al gobierno.