En el 2004 indicamos que independientemente de quien ganase las elecciones presidenciales de ese año, la política económica del próximo gobierno estaría supeditada a los lineamientos y a la supervisión del FMI.
La realidad así lo ha demostrado. Durante los últimos siete años, la economía dominicana ha estado sujeta al cumplimiento de las metas fijadas por ese organismo, tanto en lo que concierne al nivel del gasto público, la expansión de los agregados monetarios, los niveles de reservas internacionales, transformaciones en el sector eléctrico, como a reformas estructurales de la economía.
Para fortuna de los que nos gobiernan, los efectos negativos que sobre nuestro país tuvo la crisis económica internacional que se inició en el 2008, también vinieron acompañados por una notable flexibilización de las exigencias del FMI y de otros organismos internacionales de financiamiento.
En efecto, el acuerdo que suscribimos con el FMI a finales del año 2009 y que tendrá vigencia hasta febrero del 2012 es sumamente flexible y ha permitido que el Gobierno pueda aplicar una política expansiva del gasto público, con lo cual se ha logrado que nuestra economía pueda tener tasas de crecimiento satisfactorias en estos difíciles años.
Pero al mismo tiempo hemos ido creando una gran dependencia del FMI. No se trata del control del gasto público, pues esta tarea se puede hacer con el debido apoyo político. Tampoco nos preocupa que no se pueda continuar con un manejo eficiente de la política monetaria, pues el Banco Central cuenta con un sólido y experimentado personal técnico.
Por tanto, lo que nos debemos preguntar es qué pasará cuando no podamos recibir esos cuantiosos recursos del FMI. El comportamiento de las reservas internacionales del BC demuestra que sin el ingreso de esos recursos externos no hubiese sido posible mantener la estabilidad y el crecimiento de nuestra economía. Por ejemplo, comenzamos el año 2011 con un relativo alto nivel de reservas por el enorme financiamiento recibido a finales del 2010, cuando pudimos completar las metas trimestrales fijadas por el FMI.
Sin embargo, ya para junio de este año habíamos perdido casi mil millones de dólares de nuestras reservas, porque la demanda de divisas superó la oferta. En julio volvimos a recuperar los niveles de reservas perdidos, como consecuencia de los ingresos derivados de la 5ta y 6ta revisión del acuerdo.
No obstante, para finales octubre habíamos perdido nuevamente más de 600 millones de reservas, porque en los últimos tres meses no recibimos ningún financiamiento del FMI. Ahora estamos esperando que esa institución apruebe las revisiones trimestrales pendientes para poder recibir nuevos recursos. En consecuencia, nos preguntamos qué pasará cuando se termine el acuerdo con el FMI en febrero de 2012. l
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