Con esta entrega, finalizamos la carta del canciller Herrera Báez al embajador Farland, con referencia a la solicitud de parte del gobierno dominicano para dejar sin efecto una serie de acuerdos firmados entre República Dominicana y Estados Unidos. La embajada no contestó la carta del canciller y se limitó a la redacción de una Ayuda-Memoria que insertamos al final de esta Página, documento en el cual se hacía un resumen de la situación. Sin embargo, todo este asunto aún tuvo repercusiones, tema que trataremos en próximas entregas.
Final de la carta:
Cuando en septiembre de 1938, en presencia de los graves acontecimientos que pronto culminarían en la Segunda Guerra Mundial se dirigió el Gobierno Dominicano al Gobierno de los Estados Unidos de América para manifestarle que la República Dominicana, sin omitir sacrificio alguno en aras de la unificación y defensa del Continente Americano, se solidarizaba con el pueblo y el Gobierno de los Estados Unidos de América, no sólo formulamos una declaración de política que se anticipaba, por cierto, a la famosa Declaración de Solidaridad, de Lima, proclamada meses después en la VIII Conferencia Internacional Americana, sino también definimos con entera responsabilidad hasta qué punto estábamos dispuestos a honrar la buena fe del compromiso que asumió el Gobierno dominicano como la única forma correcta de cumplir entonces y en el futuro sus deberes de solidaridad hemisférica.
Ese riguroso concepto que el Gobierno dominicano ha tenido siempre de sus obligaciones internacionales lo puso una vez más de manifiesto en la Segunda Reunión de Consulta de Cancilleres de La Habana, de 1940, donde la delegación dominicana declaró en nombre de su Gobierno que:
“Nuestros hombres, nuestra tierra, nuestro aire y nuestro mar, están a disposición de los gobiernos de este Continente para defender ideales, el derecho y la Independencia política de las Repúblicas Americanas”.
La manera como la República Dominicana y su Gobierno cumplieron entonces sus compromisos encontró elocuente reconocimiento en el telegrama enviado por el Presidente de los Estados Unidos de América, Franklin D. Roosevelt al Generalísimo Dr. Rafael L. Trujillo Molina, ilustre Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva, al reasumir la Primera Magistratura del Estadio en 1942. He aquí las expresiones empleadas por el Presidente Roosevelt:
“La magnífica cooperación dada por el Gobierno y el pueblo dominicano en el presente esfuerzo bélico es profundamente agradecido y nunca será olvidado por el pueblo de los Estados Unidos de América”.
Vuestra Excelencia podrá fácilmente comprender cómo ha de ser sensible a los representantes del pueblo en las Cámaras Legislativas dominicanas confrontar esas expresiones de ayer con el tratamiento inicuo que han infligido los aludidos legisladores norteamericanos a un país como la República Dominicana que no ha hecho más que robustecer su fe en los destinos libres de América al poner sus recursos y su territorio al servicio de tan altos ideales.
Aquella cooperación de la República Dominicana a los Estados Unidos de América que elogiaba con justicia el fundador de la política del Buen Vecino cuando se libraba la suerte del mundo libre en los campos de batalla, hoy se traduce con la misma dedicación de propósitos y de buena fe en los acuerdos bilaterales que pactamos con el Gobierno de Vuestra Excelencia para afirmar la solidaridad defensiva de la América libre en nuestras relaciones recíprocas.
Pero esas relaciones, Excelencia, si han de mantenerse en el plano de respetabilidad necesaria que sería desear, sólo habrá de ser posible sobre la base del más cuidadoso miramiento a la dignidad de esta República. Son estas las consideraciones que mi Gobierno desea llevar al ánimo del Gobierno de Vuestra Excelencia como expresión de la sinceridad que le anima en sus relaciones en el Gobierno de los Estados Unidos de América.
Tengo, asimismo el honor de manifestar a Vuestra Excelencia que el Gobierno de la República Dominicana se propone dar adecuada publicación a los términos de la presente nota, después que la misma haya sido llevada al conocimiento de Vuestro Gobierno.
Válgame de la oportunidad para reiterar a Vuestra Excelencia las seguridades de mi más alta consideración. (Firmado).
Porfirio Herrera Báez,
Secretario de Estado de Relaciones Exteriores.
Su Excelencia
Joseph S. Farland. Embajador de los Estados Unidos
Su Embajada.
Aide-Memoire
Norteamericano
El Embajador Farland visitó al Canciller Herrera Báez el 19 de julio de 1958, con referencia a la nota del Canciller No. 20538 del 3 de julio de 1958. El Embajador Farland expresó que el Departamento de Estados ha dado cuidadosa atención a las consideraciones que la República Dominicana deseaba en virtud de dicha nota llevar a la atención de los Estados Unidos de América como una expresión de la política que anima a la República Dominicana en sus relaciones con los Estados Unidos; y que el Departamento de Estado había hecho un completo estudio y habla revisado los comentarios expuestos por el Canciller en su nota No. 20538 entregada en respuesta la nota del Embajador No. 534.
El Embajador Farland señaló que su nota 534 representaba la posición del Departamento de Estado en relación con la Resolución Conjunta del Congreso Dominicano del 18 de junio de 1958 y, como tal, constituía también una respuesta a la nota del Canciller No. 20538 que era a su vez una explicación de la Resolución.
Además el Embajador Farland reiteró el hecho de que los Estados Unidos están dedicados a una política que procura mantener las relaciones más amistosas posible con las otras Repúblicas americanas incluyendo a la República Dominicana y observó que el examen hecho por el Departamento de Estado a la nota No. 20538 fue emprendido con entero conocimiento de la historia de la cooperación y amistad entre los Estados Unidos de América y la República Dominicana.
El Embajador Farland observó que el gobierno Dominicano se propone publicar la nota No. 20538 y expresó que el Gobierno de los Estados Unidos no tiene objeción a la publicación simultánea de la nota del Embajador No. 534 del 30 de junio de 1958, si el gobierno Dominicano así lo desea.
Ciudad Trujillo
21 de julio, 1958.