Hoy es víspera de Navidad. En nuestro entorno las calles, las tiendas, los supermercados están abarrotadas de personas, es el consumismo en uno de sus mejores momentos del año. Se escucha música por dondequiera, no importa que sea bachata, merengue o villancicos.
Hay una especie de frenesí en el ambiente que afecta por igual a todas las zonas de la ciudad, todos nos preparamos para la celebración de la Nochebuena. En algunas mesas habrá suculentos pavos y piernas de cerdo, en otras algo más humilde y menos abundante, otros apenas alcanzarán a las famosas “funditas” que se reparten para la fecha. Y este es el detalle que nos perturba, la Navidad es una época en que se magnifican las diferencias desgarradoras que caracterizan nuestra sociedad.
En medio de luces, de regalos, de manjares y bebidas, nos olvidamos que la primera Navidad fue humilde y silenciosa. Jesús nació de un padre carpintero y una madre sencilla, en un pueblo que no pudo alojarlo a Él ni a su familia, por lo que al nacer fue acostado en un simple pesebre lleno de heno.
¿Dónde encontraría posada el Mesías si naciera hoy en nuestro país? ¿En las casas de los opulentos y satisfechos en las que todo el espacio está copado por sus bienes y sus afanes? ¿En casa de los soberbios y orgullosos llenas de egoísmo e incomprensión? ¿O en las de los dirigentes que usan su poder para necesidades particulares en detrimento del bien común? ¿En la de empresarios que olvidan la responsabilidad social empresarial? ¿En la de aquellos que son incapaces de compartir algo de lo que les sobra? ¿En la de profesionales sin escrúpulos? ¿O en la casa de algún narcotraficante que con su basura daña la vida de nuestros jóvenes? ¿En la casa de un médico que olvida su juramento hipocrático? ¿Acaso en un hospital o en una clínica que le niegue atención a su madre parturienta por no tener un depósito millonario que dejar? ¿Seguro que no en la casa de los que mienten, resentidos, vanidosos?
Los predilectos de Jesús son los humildes y los sencillos, en esos corazones limpios encuentra posada el Niño Dios. Pensemos en todos aquellos que no tienen una vivienda digna, con servicio de agua y electricidad; que no tienen acceso a servicios de salud y de educación de calidad, a los que tienen que empeñar lo poco que tienen para obtener medicinas incosteables, a los que son olvidados por la sociedad.
Ojalá que todos los dominicanos celebremos hoy con moderación y encontremos el verdadero sentido de la Navidad y el amor del Padre manifestado en la donación de su único hijo, amor que nos llena de paz, alegría, comprensión, generosidad y esperanza.
Ojalá que dejemos de lado nuestro individualismo, nuestras rencillas, divisiones, insultos, chantajes y dejemos que la Navidad saque lo mejor de cada uno de nosotros para que así podamos hacer causa común eliminando las deshumanizantes divisiones sociales y erradicar la pobreza de una vez por todas.
No puedo dejar de mencionar que este es mi artículo numero doscientos. Aprovecho para agradecer a mis amigos Manuel y Felito que me entusiasmaron y me dieron el espacio para escribir en las páginas de este diario. Gracias también a los diagramadores y correctores que me apoyan siempre y, por supuesto, a su director y amigo, Osvaldo Santana, quien tiene que soportar los problemas que le doy por escribir más palabras de las que son permitidas.
A ellos y a todos ustedes que me honran leyendo y comentando mis artículos les deseo que el Jesús Niño encuentre lugar en sus hogares y pasen una muy feliz y verdadera Navidad, rodeados de sus familiares.