Los ladrones se portaron como aficionados, aunque lo que sí ha quedado cuestionada es la seguridad del lugar, que alberga una de las colecciones más importantes del mundo de arte antiguo.
El secretario general del Consejo Supermo de Antigüedades de Egipto, Zahi Hawass, posaba orgulloso delante de la máscara funeraria de Tutankamon. Esta obra de oro macizo, con piedras semipreciosas que data del siglo XIV antes de Cristo es una de las piezas estrella del Museo Egipcio en El Cairo. “Ven ustedes”, decía a los periodistas convocados para visitar el museo. “No fue robada, no fue dañada. Tampoco se le hizo nada a ninguna de las momias”, aseguró.
Tres semanas después de que arrancaran las protestas que provocaron el viernes pasado la dimisión del presidente Hosni Mubarak, los trabajadores del museo están realizando un inventario, pues en plena revuelta hubo el 28 de enero enfrentamientos entre opositores al régimen y la policía, cuando unos asaltantes se infiltraron en el museo.
De las ocho piezas que se creían que habían sido robadas, faltan cinco, entre ellas una estatua en madera y recubierta de oro de Tutankamon, una estatua de piedra caliza del faraón Akenatón y una figura de Nefertiti. Además falta un grupo de diez pequeñas estatuillas, que el museo tenía expuestas.
El director del museo, Tark Al Awadi, guía a los periodistas a la sala en el piso superior donde los ladrones entraron en primer lugar. La luz entra por una galería redonda y se puede ver una parte un poco abierta. Algunos representantes de la prensa comentan admirados lo fácil que puede resultar infiltrarse en el museo, también cuando no hay altercados en las calles.
“Por aquí se colaron con cuerdas”, explica la principal autoridad egipcia sobre las antigüedades del país. “Eran principiantes. Querían sólo oro. Era de noche y aquí estaba todo muy oscuro. No veían nada, rompieron las vitrinas y tiraron al suelo las obras expuestas cuando veían que no eran de oro”.
Al parecer encontraron en el suelo 70 obras de arte y unas 25 resultaron dañadas. En tanto ya pasaron por las manos de los restauradores del museo, explicó Al Awadi.
Lo que sí ha sido restaurado y de nuevo recolocado es un bote de madera de un metro de largo de la tumba de Meseti, una obra de unos 4,000 años de antigüedad.
El marco dorado para la momia de la reina Tuya no se lo llevaron los ladrones, pero cayó en el suelo y se agrietó, aunque ya ha sido restaurado.
Los ladrones no dieron con la máscara funeraria de Tutankamon u otras piezas de oro. “El Ejército entró en el momento justo”, subrayó el director del museo. En total fueron detenidos nueve ladrones. Dos de ellos se lesionaron al intentar saltar el muro.
Después de lo ocurrido, manifestantes y soldados protegieron el museo, cuya colección de 125,000 objetos es una de las más importantes de arte egipcio del mundo. En términos comparativos, las pérdidas y los daños resultan mínimos. “Hemos tenido una gran suerte”, dijo Al Awadi.
Junto al Museo Egipcio se encuentra el edificio de varias plantas del partido gubernamental NDP de Mubarak, que fue pasto de las llamas. Unos desconocidos lo incendiaron el mismo día en el que robaron el museo. También en esta ocasión hubo suerte, ya que las llamas no se propagaron a los edificios colindantes. “El Museo Egipcio es seguro”, afirmó hoy con insistencia Zahi Hawass.
Sin embargo, las dudas sobre la seguridad no se limitan sólo a este museo egipcio. En agosto pasado fue robado un cuadro de Van Gogh del museo Jalil en El Cairo. No hay pista alguna sobre los autores.
Hawass, que durante años ha sido la máxima autoridad en la administración de las antigüedades, había sido nombrado ministro recientemente. Está considerado como una defensor activo y eficaz ante la opinión pública de la arqueología egipcia, pero también como alguien que guarda estrechas relaciones con el régimen de Mubarak, al que los egipcios acaban de derrocar. Será difícil que pueda evitar dudas sobre él.