Hasta hace unos años, los gobiernos dominicanos preferían suscribir acuerdos de créditos con instituciones multilaterales, tales como el BID, Banco Mundial, etc. Préstamos generalmente destinados a proyectos específicos, cuyo proceso de aprobación requiere de un análisis del impacto económico, social y medio-ambiental. Ocasionalmente, estas instituciones podrían condicionar sus créditos, a la adopción de medidas económicas, que podrían resultar políticamente impopulares. Tomemos el ejemplo de la pérdida de competitividad de una economía para generar divisas, debido un gasto gubernamental excesivo. El requerimiento de reducir el gasto público ayudaría a corregir el rumbo, evitando una crisis y un severo ajuste.
En los últimos años, los gobiernos dominicanos han preferido financiarse emitiendo bonos soberanos en los mercados de capitales internacionales, cuyos desembolsos no están necesariamente atados a un uso específico, ni a una supervisión estricta. Siendo así, la libertad de utilizarlos conlleva la grave responsabilidad de emplearlos productivamente, lo que no siempre sucede. Tomemos nuevamente el ejemplo de una economía que necesita frenar el gasto fiscal, para recuperar competitividad. La emisión de bonos permite recibir fondos, sin tomar medidas económicas, políticamente impopulares. Simplemente se posterga el ajuste, que finalmente resultará más duro. Y es que el lucro motiva a los agentes financieros internacionales, y los puede llevar a sesgar sus decisiones. Aunque no siempre ocurre, sí sucede más frecuentemente de lo deseado. Es evidente que por cada irresponsable que toma prestado, hay otro irresponsable que le presta.
Más grave resulta cuando, en ocasiones, sentimientos colectivos provocan sobre-reacciones en los mercados financieros internacionales. Una percepción negativa sobre la capacidad de pago de un país podría provocar una estampida de ventas de sus títulos, provocándole una grave crisis por la falta de financiamiento, que aumentaría el desempleo, y reduciría el consumo y los salarios. Los pánicos en los mercados financieros históricamente han originado graves crisis. En realidad, las crisis financieras, provocadas por un endeudamiento excesivo, o cualquier otra causa, son pagadas por los pueblos, y no por los banqueros internacionales, que jamás devolverán sus bonos, o por los políticos, que se justificarán hasta el absurdo. “Todo iba de maravilla, hasta que la oposición provocó las lluvias, y resbalamos.” Siendo así, gritar “buitres,” luego de haberse endeudado irresponsablemente, resulta ser pura demagogia política latinoamericana.
En conclusión, los mercados de capitales internacionales permiten negociar grandes volúmenes de títulos de forma eficiente, a un costo transaccional bajo. Dicho esto, los gobiernos deben participar mesuradamente en dichos mercados. En realidad, la mejor estrategia a largo plazo para un país pequeño como el nuestro consiste en mantener controlados la inflación y el déficit fiscal, limitando el endeudamiento externo, de tal suerte que permita mantener una tasa de cambio competitiva para las exportaciones.