No se equivocó Francis Bacon al proponer la observación como el primer paso del método científico. Para cualquier investigación, por sencilla que sea, es necesario examinar con mucha atención lo que se mueve frente a nuestros ojos. No tendremos un laboratorio ni tubitos para hacer experimentos, pero si algo tenemos los periodistas de la ciencia es que somos (y tenemos que serlo) muy observadores. Fue precisamente esa curiosidad visual la que motivó la concepción de este trabajo.
Un primer dato obtenido: la mujer no se viste para el hombre, ni siquiera para sí misma: se viste para las demás (¡ah!, seguro muchísima gente lo habrá notado). Una lucecita en el interior se enciende. Al parecer las chicas se enfrentan en una eterna batalla campal por demostrar quién es la mejor: en cuanto a la imagen, inteligencia, amistades y relaciones de pareja. ¿Están compitiendo entre ellas?
Aclaramos, todo esto es una teoría lograda por una concatenación de ejemplos. Sabemos que para que una teoría llegue a convertirse en ley, necesita ser comprobada. Y eso es lo que intentaremos hacer.
Veamos: para el diccionario de la RAE competir es cuando “dos o más personas luchan entre sí, aspirando unas y otras con empeño a una misma cosa”. Para la psicóloga clínica Geovanny Rosado, competir es bueno, siempre y cuando sepas cómo hacerlo: “Una persona con habilidades sociales avanzadas competirá de una manera óptima, positiva, lo que significa que se está desarrollando, que se está esforzando por ser mejor y así lograr un objetivo”, aclara la especialista.
Si por el contrario, hay un interés marcado en obtener el primer lugar en todo, no tienes valores ni tolerancia al fracaso, llegando así a la frustración, entonces no es saludable. El buen competidor(a) sabe reconocer al perder que dio lo mejor y que para una próxima ocasión tiene la oportunidad de prepararse para superar aquellos afectos en los que cometió los errores.
¿Quién da más?
Resuelta esta primera inquietud, queda saber cuál de los dos géneros es más competitivo. Rosado lo afirma con seguridad: “Sí, la mujer es más competitiva que el hombre”. La también educadora y especialista en terapia familiar y de pareja, apunta hacia el pasado para validar su respuesta: “Es ella la que siempre ha tenido que buscar un espacio que no tenía”.
Cuando decide salir del hogar para hacerse un lugar en el mercado laboral y en la sociedad, tiene que “sacar las garras”, para poder conseguir al menos unas migajas de poder.
La presidenta de la fundación Agenda de las Mujeres, la argentina Susana Gamba, así lo explica en una entrevista al periódico Clarín: “De a poco, las mujeres accedimos al mundo público, a la educación, al trabajo remunerado y, en parte, a los ámbitos de toma de decisiones. Esta autonomía que tanto nos costó y nos cuesta, hace que prevalezcan entre nosotras vínculos de confianza y afecto, en los que también participan los hombres. Todo esto modifica la relación intersexos e intragéneros en las subjetividades y en la cultura.”
Es decir, que las mujeres son más competitivas por naturaleza, por una condición antropológica, si se quiere. Porque se han visto en la necesidad de demostrar su capacidad para sentirse aceptadas.
Ahora bien, eso no quiere decir que el hombre no lo sea.
Sus características hacen que su competitividad sea de más bajo perfil. La psicóloga pone el caso de los medios de comunicación. Si se compara, se puede concluir con ligereza que las damas compiten más entre ellas, por aspectos mencionados como el de la imagen. Eso no quiere decir que no suceda entre los caballeros, solo que en los medios (publicidad, trabajo) la figura femenina es más explotada. “Cuando lo que yo quiero vender es mi cuerpo y no mi preparación, tengo que llegar a unos extremos de competencia desleal para así conseguir la atención de los que quiero que patrocinen mi imagen”, comenta Geovanny Rosado.
No te equivoques
Las personas con una autoestima inadecuada (baja o alta) suelen ser villanas cuando se trata de competir. ¿Cómo te das cuenta? Según la especialista, tienen una necesidad enfermiza en ser aceptadas, en ser, llegar a la cima, porque sienten que es la única manera de probar que valen. “Soy importante en la medida en que soy valorada”. Rosado concluye diciendo una dolorosa verdad que identifica a las personas que tienen cierto grado de narcisismo, y que en realidad, lo que tienen es baja autoestima: “Si tengo que demostrar que soy, es porque no soy”.
¿Cómo se compite de manera saludable?
“Cuando tenemos principios y valores, respetamos a los(as) demás (mis competidores), somos honestos, estamos bien preparados, no manipulamos las situaciones a nuestro favor. Si te sientes seguro(a) de ti misma(o), de que puedes lograr lo que te propongas. De hacer las cosas por ti, sin mirar al vecino para hacerle daño. Actuar de buena fe”, afirma la educadora Geovanny Rosado.
Rivalidad en la pantalla
El mundo del cine ha sido testigo también del enfrentamiento entre mujeres. Aquí algunos ejemplos.
El Diablo se viste de Prada. Andrea Sachs, recién graduada de periodismo, obtiene un trabajo “por el cual un millón de chicas se matarían”: el de asistente personal de Miranda Priestly, quien controla el mundo de la moda desde su revista Runway. Acepta las más humillantes peticiones y se ve en constante guerra por su compañera, que teme que Andrea le robe su puesto.
Guerra de Novias. Emma y Liv, dos amigas incondicionales desde la infancia, han soñado con casarse en junio en el Hotel Plaza de Nueva York. Por un error administrativo las bodas han sido reservadas para el mismo día, y una de las dos tendrá que cambiar la fecha. Como ninguna está dispuesta a renunciar, acabarán enfrentándose en una feroz competición.
Blancanieves. En este cuento de hadas mundialmente conocido, la malvada madrastra de Blancanieves, celosa de ésta por su impecable belleza, ordenó asesinarla en el bosque y, para asegurarse, exigió el corazón de la niña. Todo por envidia, pues entendía que era la única y más bella de todo el reino.
Legally Blond. Considerada parte del movimiento Poder Femenino de finales de los 90, es la historia de Elle Woods, la típica rubia que parece tenerlo todo. Sin embargo, su novio la abandona porque no la considera lo suficientemente seria. En su desesperación, busca demostrarle que sí lo es, decide matricularse en la Facultad de Derecho en Harvard. Una vez allí, se convierte en objeto de burla y envidía.
Cenicienta. Esta pobrecilla sirvienta es constantemente maltratada por su malvada madrastra y sus dos hermanastras, debido a sus talentos y sobre todo, a su belleza. A pesar de esto, ella es fiel a la idea de que algún día sus deseos de felicidad se harán realidad.