Nuestra lucha no es contra carne y sangre, y cuando dejamos el ego a un lado es que luchamos legítimamente, de lo contrario hemos sido vencidos por el mal. Nadie da lo que no tiene, en toda batalla importante hay grandes desigualdades aunque no se perciban de cerca, los intereses como los reveses no se miden en un parpadear. Suenan en mi mente palabras que traen un añejo eco diciendo: “no dejes que una derrota te derrote”. El gran rey David mostró que más importante que tu oponente es tu acompañante, muéstrame tu ego que yo te mostraré ¡mi gran Dios!
Si nunca estuviste corriendo por una victoria no fue una lucha, fue solo una pelea con tus pretensiones, pero si aún respiras para lograrlo tu vida ya es una ¡victoria!