La política nacional y la de vecinos, Cuba y Venezuela, se está caracterizando por una nueva fauna: la de los mudos y los parlanchines.
De mudos:
Da la impresión que el presidente Danilo Medina está convencido de que la población lo prefiere mudo. No son suficientes motivos los incendios terribles que padecimos y estamos padeciendo; los derrumbes de la Zona Colonial; la guerra declarada que le hace el presidente del PLD a él y al Comité Político de su partido; la vergüenza de la Procuraduría ante el aparato judicial de Leonel Fernández y compinches; no son suficientes las declaraciones de sus allegados de que él se va a reelegir cuando la Constitución lo prohíbe. Nada, nada en absoluto lo hace hablar. Solo vive de visitas sorpresa y saltar charquitos. ¿Hablar a la población que lo eligió? ¿Para qué?, ya yo soy Presidente. Como mucho, habla ante las Cámaras del Congreso Nacional, porque es obligatorio; y eso no pasa de seguir haciendo promesas, como si estuviera en campaña.
¿Y los ministros y otros funcionarios hablan? Tampoco. A esos exlocuaces y parlanchines personajes como el ministro de Turismo, el presidente de la Refinería Dominicana de Petróleo o el inefable superintendente de Seguros Euclides Gutiérrez Félix, parece que el jefe les ha impuesto un “tatequieto” ahí.
Algo no anda bien en este país con tanto mudo. Desde hace rato se ve venir que algo no va bien. Tanto dejar hacer y tanto dejar pasar, tarde o temprano pasará facturas a algunos.
De parlanchines:
Los dictadores comunistas se llevan las palmas con lo de hablar y hablar. Fidel Castro ha sido el dictador más maleducado del mundo, sus discursos sobrepasaban las tres horas y en ellos no se oía más que “la culpa es del imperialismo yanqui” o que pronto superarían la crisis económica gracias a la cooperación, normalmente chantaje revolucionario, de tal o cual gobierno.
Nicolás Maduro imita a su líder muerto. Tiene alocuciones presidenciales formales, programa de televisión y radio, declaraciones tras declaraciones en las que echa toda la culpa del desastre “al imperialismo yanqui” y que pronto saldrán de la crisis gracias a la solidaridad de sus amigos revolucionarios y anti-imperialistas, que nunca aparecen.
Leonel Fernández no desperdicia micrófono, pódium o rueda de prensa para hablar, hablar y hablar de la autopista del progreso que él representa; de los efectos enriquecedores de la macroeconomía bajo los paradigmas de una microeconomía sustentada en Sun Land, Tucanos, Félix el gato y demás vientos que soplaban a su favor y que ahora no soplan. Desesperadamente esperando ventarrones que mantendrían en alto por muchos años más al predestinado ex Perínclito de Villa Juana y compinches.