El sentir y los comentarios de los ciudadanos sobre el gobierno de Danilo Medina casi siempre se dirigen hacia la convicción de que hay ministros que son un lastre demasiado pesado para el gobierno. Un gobierno que se promovió en la campaña electoral diciendo que haría lo que nunca se ha hecho, y que corregiría lo mal hecho. Sin embargo, Danilo Medina continúa con quienes han sido señalados como los que hicieron la peor gestión en el pasado gobierno. El gobierno de Medina ha estado ofertando la recuperación económica y el saneamiento de la administración; pero para hacer eso lo primero sería cambiar a quienes fueron parte de la orquesta que generó el déficit fiscal más grande que ha habido en nuestro país desde su independencia. Si al presidente le mantienen informado y le llevan las encuestas sobre percepción de su gestión se podrá dar cuenta de que muchos quieren que repita en 2016, porque las opciones dentro y fuera de su partido son de lo peorcito que pueda haber.
Pero no sólo hay ministros dañinos, también hay ministros que se han borrado del mapa, y en vez de servir de parachoques al presidente le han dejado jugar solo contra todos en una liga que se va a calentar. El ministro de Relaciones Exteriores todavía no dice esta boca es mía en relación al ataque mediático de los haitianos y pro-haitianos locales. Si no hubiese sido por los embajadores en Washington y Londres, no hubiéramos oído absolutamente ninguna voz oficial defendiendo al país ante los ataques de los conocidos enemigos de los dominicanos, que ahora han mostrado a sus nuevos aliados locales; nuevos aliados o quizás de toda la vida, pero que ahora salen sin máscaras y con el cuchillo en la boca.
Otros ministros pensarán que cuanto más desapercibidos pasen más opciones tienen de seguir parasitando alrededor del presupuesto nacional. Y otros que llevan ministerios, como el de la Juventud o el de la Mujer, que de por sí no tienen ninguna razón de ser en sociedades donde los ministerios deben trabajar para toda la sociedad de forma integral.
Pero Danilo Medina prefiere las visitas sorpresas como programa de administración del Estado, y la sorpresa nos la estamos llevando todos quienes pensábamos que era un técnico racional y un eficiente administrador, y no un miembro de la poesía sorprendida. El último discurso, el de Rendición de Cuentas, nos ha dejado con más preguntas que respuestas en esa rendición de cuentas de lo que ha hecho, y sobre todo preguntas sobre qué hará. No tiene sentido empecinarse en mantener una posición percibida como inmovilismo más que como sana estabilidad institucional.