“La vejez es maravillosa, aunque resulte dura verla en el espejo”. Cuando leí está frase supe que tenía que usarla para este escrito. La repasé varias veces porque me parecía chocante. “¿Cómo algo ‘maravilloso’ puede ser al mismo tiempo desagradable a la vista?”, me pregunté. Francisco Gavilán, el psicólogo y escritor español que la publicó en su libro Toda esa gente miedosa de… ¡todo!, se refiere a las dos caras que tiene el proceso de envejecer y a que la gran mayoría se queda mirando una sola de ellas… la cruda.
Para una persona que todavía goza del “divino tesoro” que es la juventud, puede resultar fácil decirlo y difícil entender que realmente cuesta mirar tu reflejo desgastado, surcado por las arrugas que empiezan a aparecer; que el cuerpo no siente la energía de antes y que el pastillero es un accesorio indispensable con el que tienes que ir a todos lados.
Vamos, ciertamente, envejecer no es como conducir en una autopista libre de tránsito (un sueño); pero tampoco es una desgracia. Si has llegado a la etapa de adulto mayor, que es el término que se utiliza actualmente para referirse a una persona mayor de 65 años, como así lo aclara la geriatra Zeidy Parra del Centro de Medicina Avanzada Dr. Abel González, significa que has tenido una larga vida.
Sin embargo, cuando crecen cada día el número de casos de gente con un miedo irracional a llegar a esta etapa, conocido clínicamente como gerascofobia, se convierte en un tema sobre el que hay que poner atención.
¿Qué sucede?
El actor Robert Redford va al punto, con esta respuesta que dio en el 2011 en una entrevista al periódico El País: “Envejecer es bueno porque compartes con otros lo que eres y lo que has vivido. Pero es difícil hablar de esto cuando la gente está obsesionada con conservar la juventud”. Redford se refiere en esta ocasión a los Estados Unidos y Hollywood, insaciables obsesivos con las apariencias y por supuesto, la juventud. Pero su declaración es atinada y corresponde más bien a lo que sucede con la sociedad a nivel mundial.
“Todos/as de una u otra manera tenemos miedo a envejecer. Es algo que en nuestra sociedad está muy arraigado porque tenemos un culto a la belleza y a la juventud”, revalida la doctora Parra, entendiendo que se relaciona también a ella enfermedades y calamidades.
Un estudio realizado por la empresa farmacéutica e investigadora Pfizer certifica que en los EE.UU., el 87% de las personas le teme a la ancianidad. Los factores principales: un 23% por el deterioro físico, un 15% por la pérdida de la memoria, otro 12% a la posibilidad de padecer enfermedades crónicas y un 10% por temor a morir. La investigación, publicada por la agencia Europa Press, indica que esta “preocupación” oscila en personas menores de 65 años.
Más años, menos salud
Según la geriatra Zeidy Parra, sí hay un vínculo salud–edad, por lo tanto, sí hay enfermedades que aparecen con los años: “Hay una relación epidemiológica directa entre edad y enfermedad. El proceso de envejecer se relaciona con algunas enfermedades como la osteoartritis, la diabetes mellitus, la hipertensión arterial, la demencia, la enfermedad cerebrovascular, el Parkinson y otras degenerativas”.
Anselm Grun, en su libro El arte de envejecer, menciona otros siete trastornos típicos en la tercera edad: “miedo a enloquecer, a la vida en general, temor por su existencia, a no volver a valerse por sí mismos, a las enfermedades, a cambios que no se manejan y miedo a nuevas tareas propias de su desarrollo”. Todo esto, según el autor, varía y cada quien lo enfrenta a su manera. Pone el ejemplo de los que viven solos. Quedarse desvalidos es su mayor temor, depender de la ayuda ajena por perder el control de sí mismos.
“A algunos ancianos desvalidos les resulta penoso depender de sus familiares o amigos. Desean que sus hijos los cuiden, pero a la vez se preocupan pensando que son una carga para ellos. Otros tienen miedo de desprenderse de sus hijos y no poder seguir ayudándolos. Al referirnos al tema del desprendimiento, vimos cuán difícil les resulta a algunos ancianos desprenderse por miedo a no valer ya para nada”, infiere Grun en su texto.
Aquí se asoma otra de las razones poderosas por la que a las personas les aterra llegar a la ancianidad. Y es que, como la demanda de atención es mayor (no sólo por razones clínicas), el nivel de vida de sus familiares (hijos, hermanos, nietos) les impide dedicarle el tiempo. “El cuidado que más demandan los ancianos es la compañía de la familia. Muchos adultos mayores viven en soledad acompañada. Los hijos y nietos están tan ocupados que no les prestan atención. En esta etapa de la vida lo que más necesitan y solicitan es el apoyo de la familia y el interés de la sociedad en nuestros abuelos”, advierte Parra.
Al mismo tiempo, la doctora advierte que en particular, la mujer reúne sus propios problemas al llegar a la tercera edad: “El envejecimiento produce una disminución de ciertas hormonas como los estrógenos que están muy relacionadas con la aparición de la osteoporosis en la mujer adulta. Por eso, después de la menopausia, tiene un riesgo elevado de sufrir esta enfermedad que si no se trata a tiempo, es causa de fracturas óseas, dolores, inmovilidad y caídas.
Otras de las enfermedades que son motivo de consulta frecuente son el trastorno del sueño y la depresión, relacionadas con la esfera afectiva del ser humano. Aquí también es la mujer protagonista: “La depresión es sumamente frecuente, sobre todo en ellas. Es importante señalar que muchas veces sucede por factores ambientales: la partida de los hijos del hogar, la viudez, la jubilación y los problemas económicos”.
El secreto
La buena noticia es que algunas de las enfermedades que vienen con la edad se pueden prevenir: “El denominador común para ésto, es el estilo de vida saludable. Se ha demostrado que comer saludable, balanceado y con poca sal, previene muchas de las enfermedades mencionadas; al igual que hacer ejercicios diariamente y mantenerse en un peso normal. El consumo de alcohol y el hábito de fumar constituyen factores de riesgo”, alerta la especialista. P
Claves para combatir este miedo
Del libro escrito por Francisco Gavilán, Toda esa gente miedosa de… ¡todo!
- Higiene mental. Reta constantemente a tu cerebro. Mantener las capacidades mentales activas practicando ciertos ejercicios como la escritura, aprendiendo a tocar un instrumento, pintar, aprender un nuevo idioma.
- Higiene social. Permanece en contacto con amigos y haz nuevos. No te aísles. Mantén relaciones con gente amiga de todas las edades. Especialmente con aquellas que dejan huellas. Participa en algún voluntariado u otra actividad que genere nuevos y frecuentes contactos con las personas.
- Actitud positiva y buen humor. Como ya hemos dicho, envejecer, no es malo.
“Estoy bastante contenta con mi físico a estas alturas. Me gustan mis arrugas y me gusta lo que veo”, – Gwyneth Paltrow, actriz, 42 años (entrevista para Stylist).
“El botox debería estar prohibido para los actores igual que los esteroides lo están para los deportistas”, -Rachel Weisz, actriz, 45 años.
Por siempre joven, la versión pantalla grande
Adaline (Blake Lively) tiene un accidente, a primera vista, milagroso. Las secuelas que le dejó fue vivir una eterna juventud. Estaba condenada a tener siempre 29 años. Esta es parte de la trama del filme The age of Adeline, una joven que tiene que lidiar con ver pasar la vida de los demás mientras la suya está intacta. Y aunque parece mentira, el perder a unos de sus grandes amores, su hija, la hace reflexionar sobre si realmente es tan maravilloso ser joven para siempre.
Lively, en una entrevista expresa que su personaje queda “atrapado en el tiempo. Tendrá que cambiar de identidad cada diez años y no podrá vivir con su hija que envejece normalmente”.
La actriz asegura que no le gustaría verse en los mismos zapatos, pues afirma que “la razón por la que soy muy feliz es porque amo a la gente que me rodea. Si no envejezco, cambiaría, desaparecerían”.
La película, estrenada mundialmente el pasado 24 de abril, cuestiona a su manera, si en verdad es tan importante ser joven, eternamente.