La tortura, asesinato, incineración y tirada en un basurero de 43 estudiantes en México es la prueba de que se está tocando fondo con el negocio del narcotráfico. Alcaldes, diputados, senadores, gobernadores incluso, policías y militares metidos en el negocio. Los mexicanos, los colombianos, o los venezolanos están llegando al punto de quiebre de tanta impunidad y corrupción. Países que están en narco-democracias, con narco-partidos y narco-políticos. Grandes países, con gente muy valiosa y buena, pero a quienes esa gentuza los ha puesto de rodillas, y no les dejan crecer, respirar, prosperar.
¿Está RD en ese camino? Las últimas peleas por territorios de los capos Rizik y Pascual nos indican que sí, que andamos por ese camino. ¿Los últimos gobierno han hecho algo? Sí, pero a favor de los delincuentes, impunidad. La telenovela Figueroa Agosto, con su orgía de ejecuciones posteriores al apresamiento de los supuestos cabecillas nos dice que el Estado dominicano está siendo tomado por la narcodelincuencia.
La ilegalización de las drogas no ha servido para aliviar ni uno solo de los problemas que esas drogas pueden hacer a los individuos y a la sociedad. Todo lo contrario: ha incrementado su uso, por aquello de la atracción hacia lo prohibido; ha hecho que su suministro sea más barato, más fácil, y más accesible que nunca; ha hecho que las instituciones encargadas de su control y represión se corrompan y, lo que es peor, se conviertan en los administradores del negocio; ha incrementado las pandillas barriales, que se alimentan de jóvenes desempleados que han descubierto la forma de ganar dinero para alimentar a sus familias, y a la vez de ser “líderes cool” en sus barrios; ha empeorado las condiciones económicas, pues todo un torrente de dinero en efectivo está circulando sin control alguno; y, entre otras muchas más, ha brutalizado las conciencias, insensibilizándolas ante los dependientes de una patología médica, estigmatizando al consumidor.
El triunfo de los maleantes se debe sobre todo a la pasividad, al silencio y a la cobardía. Los grupos dirigentes o con capacidad de hacer cosas no están haciendo su trabajo, se están desentendiendo de su obligación, como si a ellos nunca les vendrá el problema; pues no, ellos son los que más tendrán que perder si se desentienden del país en que viven, hacen dinero y quieren que sus hijos vivan.
¿Cuánto dinero y vidas nos está costando la supuesta lucha contra las drogas? Al contribuyente le cuesta una cifra incalculable, el costo económico, sanitario y social no se puede valorar, va más allá de cálculos fríos, es la sociedad entera la que se está yendo por el sumidero.