Una campaña política que sea coherente con una democracia electoral de calidad, tiene que tener en cuenta múltiples factores. Entre estos factores están las condiciones creadas para que se pueda desarrollar una competencia basada en la equidad de los actores políticos, a partir del acceso al financiamiento y la participación en los medios de comunicación. Al mismo tiempo, se requiere de medidas que reduzcan la violencia electoral y que limiten la contaminación ambiental durante la campaña.
Un aspecto fundamental para una campaña de calidad, es el tipo de debate electoral que llevan a cabo los candidatos para ganar el favor de los electorales. La campaña puede ser positiva, si el mensaje se centra en elementos de carácter programático y en destacar las cualidades personales del candidato o candidata que aspira a ser electo para un cargo público. Aunque lentamente, en las elecciones se avanza en este tipo de campaña; quizás, el reto más importante lo constituya la necesidad de un electorado que exija un mayor compromiso de los políticos, en la presentación de propuestas viables para enfrentar los problemas que les afectan.
En los procesos electorales desarrollados en el país, se ha recurrido a otros tipos de campañas, como la negativa o la “campaña sucia”. Aunque muchos utilizan estos conceptos de manera indistinta, su diferenciación es importante. La campaña negativa se centra en la crítica del adversario, destacando sus defectos y sus errores. Este tipo de campaña puede que no aporte mucho, pero no llega a transgredir las reglas del juego electoral. La que sí lo hace es la “campaña sucia”, entendida como aquel tipo de campaña que recurre a la mentira y la manipulación para afectar la imagen de un determinado candidato. Esta forma de proselitismo electoral se basa en la distorsión de la realidad, con el propósito de engañar y confundir a los electores.
Las acusaciones y contraacusaciones entre el PLD y el PRM, deben alertar sobre este tema. La crítica a una figura política puede ser parte de la campaña, pero es necesario que las autoridades electorales y partidarias hagan todo el esfuerzo posible por evitar, que a tan poco tiempo de las elecciones, se recurra a un tipo de campaña política que degrade el debate electoral. A nadie conviene retrotraer al país a décadas pasadas, en las que la estrategia de comunicación política más valorada, era aquella que procuraba infundir temor entre los electores, haciendo uso de “campaña sucia”. Ojalá que la apuesta siga siendo la de mejorar el debate político y contribuir con la calidad de la campaña electoral.