Ubérrima bona fide es un principio básico y característico de todos los contratos que obliga a las partes a actuar entre sí con la máxima honestidad; no interpretando arbitrariamente el sentido estricto de los términos recogidos en un acuerdo, ni limitando o exagerando los efectos que naturalmente se derivarían del modo en que los contratantes hayan expresado su voluntad y contraído sus obligaciones. Los contratos de seguros tienen ese principio como base de todo su clausulado contractual. Algo así debería ser ese principio en Política.
¿Qué sucede cuando quienes eligen gobernantes y quienes gobiernan entran en el círculo de mentir y utilizar la máxima buena fe que debe regir la política para la administración del Estado? Que las sociedades se convierten en sociedades subvencionadas que no prosperan, no evolucionan, ni se rebelan. La situación tiene que cambiar antes de que cambie la sociedad y no a la inversa, como sería lo normal y como sucede en las sociedades libres y dinámicas. O como le pasa y pasó a Venezuela y Cuba.
¿Quién gana con un sistema de subvenciones estatales populista? A corto plazo los avivatos metidos a políticos, y los comerciantes inescrupulosos que trafican influencias y comisiones con funcionarios del mismo pelaje. ¿Y los pobres que reciben de INESPRE y del programa Solidaridad raciones de miseria de la peor calidad? Esos no ganan nada, más que seguir subsistiendo en su miseria, aunque ellos crean que les están ayudando. ¿Quiénes ganan a largo plazo? Nadie, todos perderemos.
En la categoría de miseria también están los empleados del gobierno que creen que si puedes vivir sin trabajar, o trabajar de funcionario eterno, de contratado laboral de un partido, en trabajitos a dedo o sumando ayudas sociales y cobros de empleos botellas, en subvenciones aunque vengan del robo a la Salud Pública y te dejan, pues que siga la fiesta, y sigue, hasta reventar al caballo. Porque reventará, no lo duden. Y luego vendrán otros caballos, los que llevarán al país al cementerio de los Estados Fallidos como Haití.
La conclusión es evidente: en todas las elecciones hay quien sabe qué se juega y a qué juega, y hay quien sigue en babia esperando un milagro. Ya estamos en la pista para las elecciones a la Presidencia del país, al Congreso Nacional y a la administración de los ayuntamientos. Un grupito enquistado en el Poder, a base de dinero público y narcotraficado, tiene secuestrado el país. Partidos políticos, justicia, policías y militares, “empresarios” y pobres “solidarizados” se enfilan para seguir con el círculo vicioso en que nos hemos entrampados. La naturaleza del riesgo a que estamos expuesto obliga a la Máxima Buena Fe.