Un magnicidio que cambió la historia

Un día antes de ser asesinado a mansalva en el centro de Bogotá, el caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán presentó su último caso legal como uno de los más brillantes abogados de la época: la absolución del teniente conservador Jesús Cortés;&#8

Un día antes de ser asesinado a mansalva en el centro de Bogotá, el caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán presentó su último caso legal como uno de los más brillantes abogados de la época: la absolución del teniente conservador Jesús Cortés; un militar acusado de la muerte del periodista Eudoro Galarza Ossa.

El viernes 9 de abril de 1948, hace 66 años, tras defender hasta bien entrada la noche al teniente Jesús María Cortés, en los tribunales, Gaitán reposó y luego salió, al mediodía, en compañía de varios amigos desde el Edificio Agustín Nieto (su sitio de trabajo) para almorzar en el Hotel Continental y a la espera de varias reuniones que tendría ese día. Entre sus amigos estaban Plinio Mendoza Neira, Pedro Eliseo Cruz, Alejandro Vallejo y Jorge Padilla. Saliendo del ascensor, Mendoza Neira toma del brazo a Gaitán y se adelantan al resto de personas.

Un hombre, hipotéticamente, Juan Roa Sierra, de 26 años, lo esperaba en la entrada del edificio, en la carrera séptima, entre la calle 14 y la avenida Jiménez, y le disparó con un revólver, causándole tres heridas mortales. Una bala certera entró en la nuca y dos más en la espalda. Hacia la 1:05 p.m., el candidato presidencial y virtual ganador de las elecciones cayó sobre la acera, herido de muerte. En medio del revuelo muchos transeúntes con afán trataban de capturar al responsable. Otros asistían improvisadamente al ‘Negro Gaitán’ hasta que lograron subirlo a un taxi.

Gaitán fue llevado a la Clínica Central donde murió cerca de las 2:05 p.m. mientras su amigo, el médico Pedro Eliseo Cruz procedía a efectuarle una transfusión de sangre.

‘Mataron a Gaitán’

Los que presenciaron el crimen (personas humildes en su mayoría: limpiabotas, loteros, etc.) persiguieron al asesino mientras gritaban: “Mataron al doctor Gaitán, cojan al asesino”, hasta que finalmente un funcionario de la Policía lo introdujo en una droguería a unos cientos de metros del lugar donde ocurrió el magnicidio e intentó protegerlo de la multitud que lo perseguía y lo empezó a interrogar, el joven solo decía: “ay virgen santísima”, dando muestras de nervios y angustia. La multitud penetró en la droguería y golpeó a Roa Sierra hasta dejarlo sin vida, para luego arrastrarlo por toda la carrera séptima hasta el Palacio de Nariño, donde dejaron su cuerpo destrozado, sin vida y desnudo.
El crimen desató una revuelta nacional en contra del gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez, a quien le exigían la renuncia. Y desencadenó desde entonces una ola de violencia que el país no ha logrado superar.

El 9 de abril hubo saqueos, principalmente en el centro de Bogotá, a lo largo de la carrera séptima inicialmente, pero que luego se fueron esparciendo por gran parte de la ciudad para terminar extendiéndose a varias ciudades de Colombia.

Además de los saqueos, hubo incendios provocados por los manifestantes: incendiaron los tranvías, iglesias, edificaciones importantes y los mismos locales saqueados. El asesinato provocó una violenta reacción popular y represión gubernamental conocida como “El Bogotazo” que destruyó 1,425 edificaciones del centro de Bogotá.

La violencia por el magnicidio no se concentró solo en la capital, también en ciudades importantes cercanas a Bogotá como Zipaquirá. Los municipios y regiones gaitanistas reaccionaron en igual o mayor proporción y en casos como Barrancabermeja, la situación se extendió por más de un mes. En su agenda, para la tarde del día de su asesinato, tenía fijadas reuniones entre ellas con el entonces joven líder estudiantil cubano Fidel Castro y con el político venezolano Rómulo Betancourt, reuniones que no pudo cumplir ya que lastimosamente falleció el mismo 9 de abril de 1948.

Linchado Roa

Juan Roa Sierra, el supuesto asesino, fue linchado, amarrado con corbatas y arrastrado por la carrera Séptima hasta la Plaza de Bolívar. Desde ese momento la multitud creció en cuestión de minutos; ante la arremetida del Ejército, los espontáneos se atrincheraron esperando las órdenes de los jefes liberales que pretendían reunirse con el presidente Mariano Ospina Pérez. A medida que avanzaba la tarde, la turba fue armándose con herramientas y armas irrumpiendo en almacenes de ferretería y en estaciones de policía donde algunos oficiales entregaron sus armas.

Arremetida

La defensa del Palacio de San Carlos (antigua Casa de Nariño ) por la guardia presidencial y francotiradores impidieron que la multitud entrara al lugar donde se hallaba el presidente Mariano Ospina Pérez. “Tres tanques encabezan la embestida contra el palacio presidencial. Los tanques llevan gente encima, gente agitando banderas y gritando el nombre de Gaitán, y detrás arremete la multitud erizada de machetes, hachas y garrotes. No bien llegan a palacio, los tanques se detienen. Giran lentamente las torretas, apuntan hacia atrás y empiezan a matar pueblo a montones”, relató el escritor Eduardo Galeano. Por lo menos 300 personas murieron ese día.

A Gaitán no se le pudo hacer el funeral como se merecía en medio de la indignación nacional. Sus familiares se negaron a llevarlo a un cementerio, en señal de protesta, hasta que el Gobierno de turno cayera, velándolo en su propia casa. La violencia bipartidista se extendió como pólvora a otras regiones del país.

El saldo de la revuelta fue de varios cientos de muertos y heridos. Se estima que dejó 3,000 muertos en todo el país. Los daños materiales correspondieron al incendio y posterior derrumbe de 142 construcciones incluyendo casas particulares, hoteles e iglesias del centro de la ciudad y múltiples saqueos.

Durante el proceso judicial por el asesinato, se presentaron testimonios que indicaban que Roa Sierra no fue el asesino, sino que fueron justamente él o los asesinos quienes condujeron a la multitud a tomarlo como el culpable y acabar con su vida. Otras versiones indicaron que Roa Sierra sí fue culpable, pero actuó motivado o en acuerdo con otra persona. La justicia colombiana sentenció en 1978 que Juan Roa Sierra, el supuesto asesino, era esquizofrénico, actuó solo y por motivos personales. Y la misma estela de muerte que desató el crimen sigue recorriendo el país, buscando justicia. l Tomado del digital Nodal

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