Es jueves. Hoy es el gran día para el dominicano Karl-Anthony Towns Cruz. Él tiene una enorme posibilidad de convertirse en el primer latino escogido número uno en el draft de novatos de la NBA.
Towns se ha robado los principales titulares desde hace meses, tanto en Estados Unidos como en República Dominicana. Es cierto que esta es una hazaña importante, pero no lo es todo. Es apenas el principio de una larga cruzada que muchos otros no han podido concluir.
Ser el número uno en la famosa noche de escogencia de la liga estadounidense, más que un mérito de preciado valor, es una responsabilidad con la que no todos han podido lidiar.
Aquel que considere que el hecho de ser primer pick es una garantía de que Towns o cualquiera va a triunfar está muy alejado de la realidad.
No voy a poner ejemplos, porque no quiero ni pensar que nuestro jugador se meta en el funesto grupo de primeras selecciones que han fracasado en la NBA. Pero los hay.
Lo que sí quiero advertir es que con esta escogencia comienza todo. No importa que sea en la primera posición, en la segunda o en la tercera. Lo importante es que el chico de madre dominicana tenga la suficiente capacidad de reconocer que su vida sufrirá un cambio del cielo a la tierra y que en lo adelante nadie le regalará nada.
Desde el rigor de los 82 juegos, las constantes horas de entrenamiento, las agotadoras sesiones en el gimnasio, las conferencias de prensa, las entrevistas, las largas horas de vuelos, las lesiones, la NBA puede ser una vorágine, un mayúsculo reto que requiere fortaleza de cuerpo y mente.
Lo único garantizado en todo esto es el contrato por dos temporadas que tendrá Karl, pues hay dos opciones (tercer y cuarto año) que son siempre del equipo, según las reglas de la NBA. Cada año el monto es diferente para las primeras selecciones, aunque ya hay reportes de que el dominicano recibirá cinco millones, 703 mil 600 dólares en su primera estación.
Traigo a colación el tema del dinero porque es ahí donde radica uno de los mayores motores que generan cambios en la personalidad de los seres humanos. Ojalá que el tema económico no cambie al Towns, es por eso que no me queda de otra que rogar porque los cimientos familiares estén más que bien puestos.
He visto algunos trabajos periodísticos sobre Karl y sus padres, y ciertamente me ha impresionado sobremanera su comportamiento. Ellos, aparentemente, han guiado a su hijo con manos férreas por el camino del bien y las buenas costumbres. La educación y la formación familiar siempre resulta un antídoto para este mal. Nosotros, como país beisbolero, vemos con mucha frecuencia malos y buenos ejemplos sobre el impacto del dinero en nuestros peloteros.
Que Dios ilumine a Karl-Anthony en el camino que ha de emprender.