El desempeño de Luis Abinader en su primer intento en alcanzar la Presidencia de la República lo consolida como el líder con más posibilidad de estructurar, en torno a un proyecto de nación socialmente definido, una fuerza de oposición capaz de poner fin en el año 2020 a dos décadas seguidas de gobiernos peledeístas.
Al margen de las pasiones que desatan las campañas electorales, los cuatro años de gobiernos del presidente Danilo Medina comparados con los 12 años del expresidente Leonel Fernández no arrojan diferencias de fondo en término de realizaciones, y está por verse si el nuevo período que inicia en agosto se acerca al rosario de promesas hechas en la búsqueda de la reelección.
A Danilo Medina le esperan cuatro años de muchas dificultades, comenzando por la ya anunciada reforma económica, que en la práctica se traducen en más impuestos y alzas significativas de los precios de los alimentos y los servicios.
Y el agravante para el desgaste peledeísta es que ya nada será sorpresa y el mandatario tendrá una capacidad de respuesta sumamente limitada cuando se enfrente al fin del petróleo barato y a crédito de Petrocaribe y los nuevos precios de los combustibles tenga que traducírselos a la población.
En este escenario, Luis Abinader como líder tendría a su favor el desgaste que está supuesto causar en cualquier fuerza política 16 años de gobierno sin resolver un solo de los problemas fundamentales de un país, y con la probable agudización de otros en este quinto período, son terrenos para el crecimiento del liderazgo opositor.
Pero su liderazgo no solo depende del desgaste que el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) está supuesto a tener, pues hay que asumir que ese partido es una fuerza viva, con una dirigencia que ha dado muestra de saber renovarse.
Se ha posicionado
Con un 35% del electorado a su favor, es indudable que Luis Abinader pasa a ocupar el primer lugar en las filas opositoras, siendo una primerísima figura política.
Sin embargo, su futuro político no puede estar a expensa de lo que pase en el PLD y el Gobierno, sino en la conversión del Partido Revolucionario Moderno (PRM) en una verdadera fuerza política, orgánicamente estructurada, con definición ideológica y programática, y con la decisión necesaria de sacar al peledeísmo del poder.
No deja de ser un hito el hecho que bajo el liderazgo de Abinader el PRM haya logrado colocarse como la segunda fuerza política, siendo un partido que figurativamente nació el 8 de septiembre de 2014 y viene de una traumática división del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y con más de 20 decisiones de los órganos electorales en contra. Es ahí que el excandidato presidencial tiene que saber sortear los obstáculos que se le presentarán en el camino de consolidar la unidad interna del PRM, ya que es un partido cuyos dirigentes han sido actores clave en las divisiones y avatares del PRD.
De adentro hacia fuera
Para aprovechar el cansancio de 16 años seguidos de gobierno del PLD y estructurar una coalición opositora atractiva para el año 2020, Abinader debe saber que lo primero es terminar de construir al PRM como partido, unido internamente, y luego proyectar la unidad hacia fuera y comenzar a trazar una agenda común.
Para ello la oferta programática y la visión de país que pueda ofrecer a las demás fuerzas políticas, sobre todo a las emergentes, es más que fundamental, pues si bien es cierto que éstas quedaron disminuidas en el proceso electoral, mucho más cierto es que la ausencia de esa visión fue la principal excusa para no concretizar una alianza expuesta por figuras como Guillermo Moreno y Minou Tavárez Mirabal para no sumarse al esfuerzo que en principio significó la Convergencia por un Mejor País
Aliados y el PRSC
El futuro de Abinader y su liderazgo dentro y fuera del PRM también depende de cómo logre mantener la alianza forjada con el PRSC y otras organizaciones de la izquierda, como el Frente Amplio, que salieron gananciosas del proceso electoral.
Los resultados electorales muestran que de cara al futuro del PRSC como organización política, le es más rentable caminar de las manos con el PRM que con el PLD, pues el pacto con Abinader significó para el reformismo la salvaguarda que evitó la extinción a la que parece ser estaba condenado si continuaba la alianza con el peledeísmo.
En ese sentido, para Abinader es imperioso mantener la alianza con el PRSC, haciéndolo converger con otras fuerzas progresistas en una estrategia de toma del poder.
Ejecutar acción política que defina línea opositora
En la línea de fortalecimiento de su liderazgo político, Luis Abinader y el PRM deben definir y ejecutar una línea de oposición que lo diferencie del gobierno del PLD y contraste su figura, libre de tachaduras, contra la de un liderazgo peledeísta responsable de lo que no se ha hecho y se ha hecho mal en los tres períodos de Leonel Fernández y los dos que completará Danilo Medina. La visión económica, la forma de organización del Estado frente a un peledeísmo que se resiste a renovar su plana dirigente, la relación directa del PRM y su figura con los distintos sectores sociales, forman parte del cóctel que Luis Abinader tiene que definir para apaciguar la sed de una población que se resigna ante la reelección. A todo esto se suma la acción directa, es decir, el golpeo sistemático a un gobierno y partido que al cabo de cuatro gobiernos y en desarrollo de un quinto no tendría cómo culpar a la oposición de los males del país.