Este es uno de los pocos países, dos o tres a lo sumo, donde aún quedan marxistas. Dudoso privilegio este merecedor de un estudio antropológico.
Marxistas muy originales que hablan con curiosa mezcla de desparpajo y autoridad de principios económicos tan poco revolucionarios como oferta y demanda, costo de reposición y libertad de mercado.
La caída de la URSS originada en sus propias contradicciones y no por efecto de agresiones capitalistas foráneas, echó a rodar todas las predicciones que a lo largo de ese prolongado y oscuro período de la historia moderna llegaron a convertirse en “verdades oficiales” de una ideología imperial que alcanzó a reinar tiránicamente sobre vastos territorios europeos.
El régimen comunista derivado de la aplicación práctica del marxismo constituyó la gran mentira y el peor de los engaños del siglo veinte. La promesa de redención que ilusionó a millones de hombres y mujeres en todo el mundo degeneró en una vulgar tiranía, no dictadura del proletariado, en la que una burocracia partidaria suplantó las elites económicas y sociales que el empuje de la revolución había desterrado del poder en los países en donde se implantó. “La nueva clase”, según Milovan Djila.
¿Qué herencia deja el comunismo? Ninguna que no sea una historia de terror, como los grandes desplazamientos humanos en Cambodia, bajo el régimen de Pol Pot; la matanza de más de veinte millones de seres humanos durante la colectivización stalinista en la Unión Soviética; la interminable tiranía unipersonal y hereditaria de Fidel Castro en Cuba; las horrendas hambrunas en Corea del Norte gobernada por la familia Kim (padre, hijo y nieto), capaz de construir un arsenal nuclear pero necesitada de la ayuda humanitaria de su rival al sur para alimentar a su población. Muchos marxistas locales han sabido atenuar su nostalgia guevarista en la bonanza obtenida bajo el cruel capitalismo.