No debe quedar dudas de que el fiscal es el problema más urgente de la nueva administración de gobierno. Sin embargo, sería un grave error iniciar con correctivos por el lado de los ingresos. Los primeros pasos deben procurar dotar al Estado de legitimidad para eventualmente sentarse a discutir opciones tributarias de largo plazo. Esto sólo se logra con acciones decididas y verificables de saneamiento del gasto y de la gestión pública.
Lograr acuerdos sobre una reforma tributaria de largo aliento deberá tardar, pero la discusión no se va a hacer esperar. Las primeras miradas están yendo hacia las exenciones tributarias, las cuales el Ministerio de Hacienda estima en RD$118 mil millones o el 5% del PIB para 2012. Especial apetito despiertan los RD$75 mil millones, el 63% del total, que corresponde a los bienes y servicios exentos del ITBIS. Estos son principalmente alimentos y otros productos de consumo del hogar, electricidad y agua, vivienda, combustibles y servicios de salud y educación.
Sin embargo, aún sea con tasas menores, gravar cualesquiera de estos bienes y servicios enfrenta serios inconvenientes. Poner impuestos sobre los servicios de electricidad y de agua, y los servicios privados de salud y educación no tiene graves implicaciones en la equidad porque son los estratos de mayores ingresos los que más le demandan. Sin embargo, el florecimiento de servicios privados de educación y salud ha sido posible gracias a las precariedades en cobertura y calidad de la oferta pública. Pretender gravarles sin lograr una robusta contraoferta pública que ofrezca una alternativa razonable implicaría una nueva denegación de derechos a quienes enfrentan dificultades en comprar estos servicios en el mercado privado.
Por su parte, la electricidad ya enfrenta un inminente aumento de tarifa para conjurar parte del déficit del sector por, lo que un gravamen adicional agudizaría los problemas que de entrada implica el aumento de precios.
Con respecto a los combustibles, existe la percepción de que están sobregravados y proponer nuevos gravámenes enfrentaría una fiera resistencia, tendría efectos recesivos, y provocaría aumentos de precios en el resto de la economía.
Finalmente, la eliminación de las exenciones del ITBIS sobre alimentos y otros productos básicos sólo sería fiscalmente efectiva si se grava el consumo de productos procesados que demandan los más pobres. Hay espacio para eliminar exenciones innecesarias pero no son muchas las que no afectan a los pobres. Veamos.
El arroz representa el 11% del gasto total en alimentos de los hogares. Gravarlo con ITBIS generaría una significativa cantidad de recursos y sería fácil de recaudar en las factorías. Pero no me imagino a gobierno alguno haciendo esto.
El pan representa algo menos, tiene un impacto distributivo parecido al arroz pero con dificultades recaudatorias mucho mayores por la informalidad de una parte importante del mercado, tanto en la producción como en la comercialización. Algo similar pasa con el pollo fresco, que representa el 10% de las compras de alimentos.
La leche de cualquier tipo explica algo más del 8% del gasto en alimentos. Gravarla con ITBIS también recaudaría una importante cantidad de dinero y es relativamente fácil de lograrlo porque es mayormente un producto procesado gravable en las procesadoras y comercios al por mayor. Pero hacerlo tampoco parece políticamente viable.
El consumo de aceites y grasas comestibles, que explica algo más de un 4% de las compras de alimentos, también es fácilmente gravable. El caso del azúcar es similar. Pero en ambos casos afecta desproporcionadamente más a los grupos de menores ingresos.
El resto de los alimentos representan más del 20% del consumo, se trata de productos no procesados como frutas y tubérculos, y son de difícil imposición porque son transados en mercados principalmente informales.
En síntesis, los productos que tienen una alta rentabilidad fiscal son básicamente el arroz, la leche, el azúcar y los aceites comestibles. Todos ellos tienen un peso importante en la dieta de los hogares pobres, o en la población vulnerable. El resto es “menudo”.
Por ello, una vez haya condiciones para discutir una reforma impositiva, lo mejor que puede hacer la nación es pensar menos en el ITBIS y poner algo más de énfasis en los impuestos sobre los ingresos y el patrimonio.