El expresidente Leonel Fernández no tenía en sus planes inmediatos declarar abiertamente sus aspiraciones a la candidatura presidencial del Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Según la tradición y el rigor, prefería esperar la formal proclamación de la campaña electoral interna.
El exmandatario estuvo jugando “al soplar de los vientos”, tratando de generar una expectativa en torno a sus posibilidades electorales. El silencio del presidente Danilo Medina respecto al movimiento reeleccionista que lo aúpa también había influido en su temperamento centrado en “la espera”.
Pero de acuerdo a informaciones confrontadas en fuentes calificadas, los hechos que se fueron desencadenando lo obligaron a reaccionar. El movimiento reeleccionista, por un lado, sus adversarios tradicionales por el otro, y al final, la “conspiración Quirino”, no le dejaron más alternativa que dar el “zarpazo del León”.
Hay quienes dicen que el expresidente asumió una actitud inicialmente cauta, y más que cauta, de un extraño silencio que indujo a algunos de sus colaboradores y amigos más cercanos a actuar y le habrían señalado que debía reaccionar. Que pese a su indignación, ante una denuncia tan grave como la del narcotraficante Quirino Ernesto Castillo, en su propia voz, por más perversa que fuese, ameritaba una reacción, una respuesta. Y fue entonces que vino la declaración pública.
Sin embargo, esa iniciativa no fue considerada suficiente, especialmente después del retorno del exconvicto narcotraficante, quien ingresó al país “como un jefe” por el aeropuerto internacional Las Américas, protegido desde la escalinata del avión hasta las yipetas y el séquito que le acompañó. Apenas entregó la tarjeta de migración, sin que fuese sometido al protocolo que debe llenarse con los condenados por la justicia norteamericana por grandes crímenes y delitos.
Fernández lucía “en jaque”, casi mate, y sus colaboradores le reclamaron acción. Tampoco bastaba con “la solidaridad” expresada incluso por el presidente de la República, que lo visitó en su residencia, ni los actos de adhesión y reafirmación de seguidores y aliados.
Había que ir más allá. Había que defenderse en la calle. Desde una posición de fuerza. Fue entonces que el expresidente concordó con su equipo salir a la calle, en ofensiva.
Lo obligaron
Desde esa perspectiva, Fernández fue obligado a lanzar sus aspiraciones presidenciales. Si la tesis de que el “recurso Quirino” fue el último golpe para derribarlo, para liquidarlo sin siquiera permitirle lanzar su precampaña, entonces, la acción empezaba a tener un efecto contrario.
Sus adversarios lo empujaron no ya a pelear por la candidatura presidencial, sino a desarrollar un plan de sobrevivencia política, y de paso, que era lo más grave, a defender su dignidad como ser humano y figura pública, expresidente de la República que terminaría su carrera bajo el más burdo descrédito.
El equipo de Fernández habría concluido que los ataques obedecían a una trama, pero no habían estimado adecuadamente su verdadera dimensión. Fue en el correr de los días que “descubrieron” que estaban en el centro de “una conspiración política”.
El retorno de Quirino y la forma como ingresó al país pudo haber sido el peor de los pasos en “una trama perfecta”, se habría concluido.
Las consecuencias
Si fue de esa forma, la trama había llegado demasiado lejos. El efecto contrario tenía consecuencias. No se consiguió liquidar a Fernández, ponerlo en “jaque mate”, y por el contrario lo sacó de su cascarón.
Consultó a los senadores y diputados que lo respaldan, con quienes se reunió, y proclamó que la reelección presidencial está proscrita por la Constitución de la República, según una versión divulgada por José Rafael Vargas, senador por Espaillat.
La respuesta más afortunada a la campaña vino a ser la movilización en una plaza de mucha fortaleza: el gran Santo Domingo, y sucesivamente San Pedro de Macorís, Nagua… “La pelea es peleando”, habrían repetido sus colaboradores invocando una clave de defensa enarbolada por Euclides Gutiérrez Félix.
Con Fernández en la calle, la tensión entre los promotores de la reforma constitucional para introducir la reelección y los parciales del expresidente había llegado a su clímax.
Con la respuesta, las denuncias cesaron, más no la campaña en pro de la reelección. El pasado fin de semana, por un lado los reeleccionistas se congregaban en la arena de Santiago y por el otro Fernández concentraba sus parciales en Nagua.
La presión sobre el presidente del PLD también había cobrado un matiz institucional. La queja generalizada pasó a ser la convocatoria del comité político. El pasado domingo, el secretario general Reinaldo Pared Pérez, de manera oficial, convocó al organismo para hoy.
Es en ese escenario que sesiona la cúpula del partido de gobierno, en medio de rumores, confrontaciones de los propios peledeístas y “Radio Bemba” a todo volumen.
Ya en una onda tranquila, el pasado martes, el secretario general Pared Pérez, que ha devenido en ente de mediación y conciliación, reveló que el tema de la reelección no sería tocado esta noche.
¿Y entonces?
El comité político sesiona en ese panorama cargado. Y son muchas las interrogantes. Si bien se anuncia que no se abordará el tema de la reelección, al menos habría que suponer que declarará formalmente abierta la campaña interna por la candidatura presidencial.
Aunque “no sea tocado”, el centro de la cuestión continuará siendo el tema de la reelección presidencial, toda vez que el presidente Medina mantiene su enigmático silencio.
¿Qué espacios surgirán de ese encuentro? Hay quienes abogan por un diálogo o un pacto entre Fernández y Medina. Al menos así lo ha sugerido el doctor Marino Vinicio Castillo.
Al margen de los resultados de esta noche, los acontecimientos de los últimos días sugieren que el expresidente Fernández se levantó y pasó a la ofensiva. Las dos últimas encuestas más recientes, después del “golpe Quirino”, continúan registrando la fortaleza de su liderazgo. Penn and Shoen lo sitúa con un 36% de aprobación popular y la Greenberg-Diario Libre registra un 33%.
Asimismo, la reelección no puede imponerse por “aclamación popular”.
Cualquier solución tendría que ser negociada. Medina, con una aprobación popular de ensueño. Fernández con una fuerza importante en el Congreso y un consistente aval en la población, quizás en su peor momento.
La realidad es que Medina y Fernández son necesarios. Están obligados a encontrar una solución quizás negociada.
La prueba de esta noche es clave para el proceso en que se desliza el PLD gobernante.