Los partidos ya no controlan los instrumentos de la administración de la democracia. El Poder se les ha ido de las manos y no saben hacían dónde van, y muchas veces ni siquiera saben quienes les dirigen a ellos desde trastienda. Vemos cada día más partidos políticos, pero casi ningún líder político. Sólo burócratas o buscones que un albur los lleva a la presidencia.
La gente ha suspendido su participación en la plaza pública para exigir derechos y justicia, momentáneamente. Suspensión, no cancelación. Las protestas multitudinarias parecen cosas del pasado. Sólo cuando el propósito es negativo, como un escrache a alguna Fundación de maleantes globales, hay alguna posibilidad de algún ligero éxito mediático, aunque no de cantidad de participantes. Ha aparecido tímidamente la tendencia del “activismo de sofá” a través de Internet, algo parecido al antiguo “izquierdista de cafetería”. ¿Qué le está pasando a los partidos políticos y a la Democracia que han dejado de ser representativos para las masas?
¿Quiénes administran los partidos políticos en la actualidad? Un grupito de correveidiles que a fuerza de chanchullos, trapicheos económicos, transfuguismo y tiempo en la burocracia partidaria se han adueñado de algo que no les corresponde: del liderazgo. Grupitos que también tienen entre ellos a algunos intelectuales que poseen ideas e ideologías, pero sin agallas para dirigir o para enfrentarse a una patrullita de policías o de paleros de un líder de pacotilla. Intelectuales que se han convertido en herramientas circunstanciales para casos específicos, usados como pantallas para dar apariencia de academia o para justificar con argumentos floridos algún que otro traspiés internacional o de simple estupidez.
Algún que otro “líder” consigue llegar a la Presidencia y en poco tiempo se atreve a decir que no ha habido gobierno más honesto que el suyo, tratando de que olvidemos con enunciados falsos que sí ha habido gente honesta en otros gobiernos, y muchísimo más honestas que quienes se autoproclaman honestos arrastrando una retahíla de casos pendientes que se saben y los que todavía no se saben. Síntomas de locura parecen surgir cuando se obtiene el Poder de forma carambolesca. Difícil no tropezar con la locura cuando la adulación y lo impensable te llegan de repente.
Para ser un líder, para gobernar una nación se necesita una madera especial, y el árbol de esa madera parece que se extinguió en estos momentos por éstos arrabales. No es hablando de dictadores asesinos estilo Hitler, Mao, Trujillo o Fidel Castro, sino de dirigentes capaces de dominar los acontecimientos aleatorios y aprovechar sus posibles efectos a favor de la colectividad, sin estar pensando siempre en hacerse ricos para toda su vida y la de sus nietos.