PEKÍN (dpa) – Casi la mitad de los millonarios chinos se plantea emigrar, y en torno al 14 por ciento ya posee la nacionalidad de otro país o lo ha solicitado. Así se desprende de una encuesta del instituto Hurun en Shanghai, que publica cada año la lista de los más ricos del país. ¿Las causas? Mejores oportunidades educativas para sus hijos, pero también la búsqueda de seguridad jurídica.
El desarrollo económico por sí solo no es suficiente. Quienes desean emigrar buscan en el extranjero algo que no encuentran en China: “Sensación de seguridad, confianza en el futuro de la sociedad, un entorno cuidado, protección de propiedad privada, un sistema judicial independiente y justo y respeto para el desarrollo de gente de negocios y empresarios privados”, escribe la columnista Zhang Yan en el portal Zhongguo Wang.
Tampoco el ciudadano de a pie se siente seguro. “Sus conflictos y su descontento son incluso mayores que en el caso de los más ricos”, afirma. Pero el problema es que “la mayoría de la gente sencilla no tiene la posibilidad de emigrar”. Los principales destinos son Estados Unidos y Canadá, pero también Singapur y Europa.
En el sondeo participaron 980 chinos con un patrimonio superior a diez millones de yuanes (1,14 millones de euros/1,57 millones de dólares). Actualmente, en China viven casi un millón de estos millonarios, y la tendencia está en auge. Un tercio de los encuestados posee una propiedad en el extranjero, la mayoría una vivienda. Y casi un 30 por ciento de los que aún no han invertido fuera se plantean hacerlo en los próximos años. Un 46 por ciento piensa en emigrar, y uno de cada tres invierte en el extranjero para tener más opciones de conseguir un nuevo pasaporte.
Entre los motivos se encuentra el anhelo de mejores oportunidades educativas para los hijos, pero también la preocupación por la protección del propio patrimonio en China, en medio de la incertidumbre política y económica. “La enorme inseguridad respecto a lo seguras que están sus propiedades se eleva como una nube negra sobre sus cabezas”, escribe la conocida analista económica Ye Tan en “Nanfang Dushibao”.
En la misma línea se expresa el comentariasta Han Shinan en el diario “Qilu Wanbao”: “La búsqueda de una mejor calidad de vida, mejor educación y sensación de seguridad para sus riquezas son claramente los principales motivos”, escribe.
Por otro lado, la contaminación atmosférica en las ciudades chinas -que en estos momentos alcanza niveles dramáticos en Pekín-, el caos diario en el tráfico, la contaminación del agua y los escándalos con los alimentos tampoco contribuyen al deseo de quedarse en casa.
“Aunque los ricos tengan mucho dinero, comparten el aire, el agua, la seguridad alimentaria o el sistema jurídico con el resto de ciudadanos”, escribe la articulista Zhu Naijun en el “21st Century Business Herald”.
Una y otra vez, en China planea el debate sobre las envidias y tensiones debido a la brecha entre ricos y pobres. Además, a veces los chinos más ricos caen rápidamente a lo más hondo: de pronto se abre una investigación, hay acusaciones de manipulación de acciones o corrupción. No es casualidad que la organización Transparencia Internacional sitúe al gigante asiático, junto a Rusia, entre los países más corruptos del mundo.
Un acaudalado chino que actualmente reside con su familia en Canadá cita al escritor francés Honoré de Balzac: “Detrás de cada gran fortuna hay un crimen”. Y no se sorprende, pues la frase “ayuda a entender, al menos parcialmente, esta tendencia”.