Nada tan poderoso y gratificante como el concepto de “lo mío”. Y los hombres y mujeres que tienen la dicha de vivir bajo un régimen que respeta la propiedad privada, verbalizan con frecuencia: “Este es mi negocio”. “Esta es mi casa”.
“Estos son mis ahorros”…
Y luchan con ahínco para acumular un patrimonio, estimulados no sólo por el orgullo personal, sino muy especialmente por dejar a sus hijos una vida más fácil y segura que la que ellos tuvieron.
Qué mejor estímulo para trabajar y arriesgarse en los negocios que el de saber que los suyos serán los herederos de tanto esfuerzo.
Inexistente sería el incentivo para ello, si se supiera de antemano que el Estado expropiaría sus frutos o que un tercero se quedaría con todo. Gracias al esfuerzo del hombre que comienza de cero, los herederos crecen en un ambiente cómodo, próspero y seguro.
Muchos alardean de lo que poseen y de lo que pueden gastar, pero con frecuencia no desarrollan las habilidades y el tesón del que arrancó sin nada.
Les viene todo muy fácil. Suele ocurrir, entonces, que dilapidan fortunas y quiebran empresas. Lo que constituía el estímulo primordial para crear un patrimonio, se convierte paradójicamente en la causa de su destrucción. El padre se faja, se sacrifica y crea. Los herederos gozan, despilfarran y destruyen.
Estudios internacionales demuestran que las grandes fortunas se estremecen o desaparecen cuando caen en manos de la tercera generación. ¿Qué hacer entonces? ¡Pues menos emoción y más cabeza! No acomodarlos tanto. Que demuestren primero, fuera del amparo familiar, que valen para algo, antes de darles trabajo como “hijos del dueño”. Desligar el profundo amor que se les tiene de la objetividad sobre sus capacidades. No todos están facultados para ser empresarios. Y si no califica ninguno, pues ninguno. Se quedan como propietarios y otros que dirijan la orquesta.
Existen entrenamientos y asesorías profesionales que orientan fríamente a las empresas familiares en estos temas.
A utilizarlos con valentía y ya está. Y si se disgustan algunos, que así sea. Es mejor pagar ese precio y no el de una familia arruinada y toda una vida de sacrificio desperdiciada.