Entre la libertad de prensa, su ejercicio libre para informar de manera veraz y el respeto que merece la honra y el buen nombre de cualquier ciudadano, existe una línea tan fina como la hebra de un cabello.Hace unos días el buen amigo, excelente periodista y presidente de la Asociación Dominicana de Diarios, Persio Maldonado, expresaba su preocupación por dos iniciativas que reposan en las cámaras legislativas y expresaba: “Opino que dos proyectos de ley que se conocen en el Congreso Nacional, uno acerca del derecho a la intimidad, el honor y el buen nombre, y otro sobre expresión y medios de comunicación, en esencia constituyen una limitante para la libertad y que en ellos se aprecia, aunque de manera sutil, una tendencia sobre reguladora”.
La preocupación real que representan para medios y empresas las demandas que diariamente se incoan sin sentido y por el simple hecho de abogados inescrupulosos agenciarse recursos, es algo que debe preocupar a todos. Me contaba un amigo que un abogado que ya anteriormente lo había demandado sin razón, y que por suerte para su empresa el fallo de la justicia fue justo y ganó la causa, ahora el mismo letrado se las ingenia para presentar otro caso que tampoco tiene sentido. El amigo sigue confiando en la justicia, pero siente que esta nueva aventura legal en su contra le quita tiempo para hacer cosas más productivas.
Volviendo al caso del amigo Persio, es necesario buscar un equilibrio entre la libertad de prensa que todos anhelamos y el respeto al derecho de los demás. La proliferación de programas y medios, en su inmensa mayoría dirigidos por personas que nada tienen que ver con el periodismo profesional, hace que escuchemos, veamos y leamos cualquier barbaridad.
Recuerdo que hace ya muchos meses, cambiaba de canales de televisión y me detuve en uno que nunca había visto. Conocí a su productor mucho tiempo atrás y decidí oír de qué trataba el programa. Mi sorpresa no pudo ser mayor: no creo haber oído en toda mi vida más improperios juntos que los que este señor lanzaba contra empresarios, políticos, funcionarios y hasta contra el propio Presidente de la República.
En ese momento recordé con nostalgia a dona Zaida Lovatón, quien por mucho tiempo tuvo a su cargo evitar estos excesos y lo hacía con mucha profesionalidad y autoridad.
Pero ahora se presenta un problema aún mayor, que no sólo abarca a los medios escritos, radiales o televisados. Están los medios electrónicos que han horizontalizado la comunicación no sólo popularizando las faltas de ortografía, sino permitiendo que cualquiera pueda emitir una opinión sin una base objetiva contra una persona, un medio de comunicación, un político, un funcionario o un empresario.
El Papa Francisco ofreció el pasado mes de septiembre una reflexión sobre lo que se podría considerar como los tres “mandamientos” que todo periodista debe tener en cuenta al desarrollar su labor: amor a la verdad, vivir con profesionalismo y respetar la dignidad humana.
Y señalaba el Pontífice: “Los tiempos cambian, y también cambia la forma de ser periodista. Tanto los medios de comunicación impresos como la televisión pierden relevancia con respecto a los nuevos medios del mundo digital –especialmente entre los jóvenes– pero los periodistas siguen siendo una piedra angular, un elemento fundamental para la vitalidad de una sociedad libre y plural”.
No es usual escuchar a autodenominados “comunicadores” pedir perdón por sus errores, aunque sucede en ciertas oportunidades. Muchas veces se dicen verdades a medias o se repiten mentiras tantas veces con el propósito de dar vigencia a la máxima perversa que indica: “Miente, miente que algo queda”.
Eso sin dudas es un daño enorme a la sociedad que está desinformada y es parte de lo que cualquier proyecto de ley sobre la materia debe procurar corregir. Entendiendo que es muy difícil al momento de legislar, buscar el equilibrio entre la importancia de informar y hacerlo de manera responsable.
Aprovechemos el talento de Persio Maldonado, la capacidad del senador Charlie Mariotti y los demás miembros de la comisión que él preside; busquemos un equilibrio, pues el país merece una información responsable, que el que utiliza cualquier medio de comunicación entienda la responsabilidad que tiene y evite llevar al paredón a honras bien ganadas.
Que de la misma forma se utilicen la pluma, el micrófono o las redes sociales para promover valores, para denunciar injusticias. Siempre informando verazmente, que no sean los medios, espacios para promociones personales o conseguir prebendas y hasta posiciones políticas.
Hagamos como propone Francisco: Eliminar la contaminación de los medios y que el aire sucio se convierta en limpio, dando oxígeno al alma y a la mente. Que esto no sea sólo responsabilidad de los medios, sino también del liderazgo político y de la sociedad en su conjunto.
El mundo necesita paz y desgraciadamente hay una ausencia de liderazgo responsable. Lo vemos por todos lados, incluso en la nación más poderosa del mundo. Observamos con terror cómo el insulto prospera a tal punto de que una persona sin filtro, entre lo que piensa y lo que dice, puede convertirse en líder mundial.