Cincuenta años después del triunfo de la revolución, la tiranía surgida de ese movimiento rebelde sigue llamando a sus adversarios, dentro y fuera de Cuba, con el epíteto de “gusano”. El léxico castrista denota no sólo una falta absoluta de imaginación, sino también una abominable ausencia de contenido. En cinco décadas la revolución ha sido incapaz siquiera de modificar su retórica, llena de lugares comunes y de consignas, con los que enfrenta la oposición a las terribles realidades de pobreza, marginación y atraso en que los hermanos Castro han sumido al pueblo cubano.
Para que se tenga una idea de tan deprimente escasez de argumento, el diario Granma, órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, y vocero del gobierno, al referirse hace ya unos años a una película aparentemente crítica del régimen titula su reacción de la manera siguiente: “Rosa y el ajusticiador del canalla. Otra canallada propagandística de la gusanera y la C.I.A.”. Más abajo, como segunda información de la fecha, mayo del 2010, Granma dice: “Una judía octogenaria y un gusano delincuente”.
Si algo debe reconocérsele al castrismo es su éxito en mantener adormecida la mente de muchos latinoamericanos, ya no tantos europeos, especialmente en este país, en donde incluso intelectuales de sólida formación sucumben al cantar de lo que alguna vez fue un ideal y hoy sólo son sus restos. Gente muy ducha en el ejercicio de la crítica al sistema político dominicano, pero muy cuidadosa cuando al enjuiciar la realidad cubana se trata. Gente que critica el prolongado ejercicio del poder en este país e ignora el dominio absoluto de la vida de un pueblo por poco más de cinco décadas por parte de un sólo hombre, con tanto poder que no necesitó de la opinión del pueblo para designar como heredero a un hermano, tan comprometido como él con el pasado. Un fenómeno digno de estudio.