¿Qué buscan dos expresidentes como el español Rodríguez Zapatero y el dominicano Leonel Fernández en el conflicto venezolano cuando deben estar conscientes de que allí no hay una salida institucional y mucho menos democrática? ¿Qué persiguen tratando de encontrar fórmulas de entendimiento con un gobierno que desconoce la autoridad del Congreso, expropia arbitrariamente propiedades y negocios privados, encarcela opositores y se sustenta en un absoluto control de la justicia y otros poderes del Estado?
¿Por qué callan o se hacen los tontos ante la horrible e inhumana escasez de alimentos, medicinas e insumos que han paralizado gran parte de la estructura de esa nación, rica en petróleo y otros minerales, debido a decisiones de políticas económicas diseñadas para la preservación de un poder que cada día pierde legitimidad? ¿Por qué miran hacia el otro lado cuando el presidente Maduro, en una acción dictatorial, anula la ley de amnistía aprobada por una asamblea legislativa que actúa con la autoridad proveniente de una elección fuera de toda duda? ¿Por qué no protestan cuando el gobierno chavista impide, bajo falsos alegatos, que cuatro diputados de oposición asuman sus cargos y les corta la asignación presupuestaria al Congreso cuando se sientan en sus curules?
¿Por qué guardan silencio frente al encarcelamiento injustificado reciente de alcaldes y dirigentes de la unidad opositora? Y lo que es más decepcionante todavía, ¿por qué de los labios de ninguno de ellos, de Rodríguez Zapatero y de Leonel Fernández, no ha salido una sola palabra contra la prisión arbitraria y fuera de ley del líder opositor Leopoldo López, acusado de un crimen que no cometió?
¿Será acaso la búsqueda de un escenario político perdido, la fiebre de figuración internacional o simplemente un reconocimiento que llene los espacios vacíos de egos tan grandes como las naciones que por un tiempo gobernaron?