Todas las encuestas, sin excepción, muestran un deterioro firme y creciente de la imagen del expresidente Leonel Fernández y el riesgo que su eventual candidatura implicaría para su partido, el PLD, y para él mismo en las elecciones de mayo del año próximo. Expedientes de corrupción que envuelven a figuras de su entorno serían sacados del congelador, sin que él ni nadie puedan extrañarlo de sus consecuencias si fueran llevados a juicio. Las recientes denuncias del capo de la droga Quirino Paulino Castillo, sobre el supuesto financiamiento de una de sus campañas con dinero proveniente del bajo mundo han agravado su situación, por lo que no se entiende su decisión de lanzarse al ruedo electoral, sin que antes se definiera la demanda a favor de una reforma constitucional que permita al presidente Danilo Medina, favorito en todas las encuestas, presentarse a un segundo mandato.
La obstinación del expresidente de ser candidato en tan adversas condiciones, pone al PLD al borde un cisma, como en ningún otro momento durante su estancia en el poder. La rivalidad que ello crea en esferas altas y medias del partido, especialmente en estas últimas, destruiría toda posibilidad de triunfo electoral, no sólo por efecto de la división. En tales circunstancias, la candidatura del señor Fernández alentaría un reagrupamiento de fuerzas opositoras sin necesidad de esperar los resultados de una primera vuelta en las votaciones.
Sólo la ambición desmedida de un líder pone a un partido en situación tan delicada: el dilema de escoger entre un liderazgo negado a dejar la antorcha a punto de ser apagada por un fuerte viento, frente a la opción de una reforma constitucional que pondría a la cabeza de su boleta a quien todas las encuestas y sondeos de opinión dan como favorito en todos los escenarios. Si el partido optara por lo primero deberá estar preparado para situaciones desagradables después de mayo del 2016.