Los partidarios del expresidente Fernández dicen ahora que el sistema de dos mandatos y nada más es el ideal para la República, pero se oponen a una reforma constitucional que lo reinstaure por una razón muy sencilla, su líder aspira a ser electo el año próximo y reelegido en las elecciones del 2020. La penúltima reforma restableció la reelección, prohibida tras la crisis electoral de 1994, en un vano intento del entonces presidente Mejía de reelegirse, lo que le abrió después las puertas a Fernández para conseguirlo. Enfrentado a la posibilidad de un retiro, luego de agotar sus dos mandatos (2004-2012), el León, como él se hace llamar, modificó la Carta Magna para evitar que su sucesor se reeligiera y poder así volver en virtud de otra reforma que, si bien prohibió la reelección consecutiva, institucionalizó la diferida, a mi juicio la peor y más perniciosa de todas.
En el ámbito político, y en especial a lo interno del peledeísmo, se está consciente de que un regreso del señor Fernández a la presidencia implicaría una nueva reforma constitucional, a la que él ahora se opone, para garantizarse su permanencia por ocho años y quién sabe si mientras vida tenga. Y no se trata de una simple especulación fruto de un prejuicio, porque si tres mandatos no le han sido suficientes, uno o dos más tampoco lo serán. Su amor por el poder no tiene límites, lo cual quedó harto demostrado en la campaña pasada, cuando a despecho de su propia Constitución, que le impedía ser candidato, hizo cuanto pudo para violarla y quedarse en el poder, con vacíos argumentos expuestos sin sonrojos en un célebre discurso que dejó atónita a la nación.
Para desdicha suya, como ni en política se da un crimen perfecto, ese discurso le dejaría sin armas si los partidarios de la reelección del presidente Medina lo invocaran para forzar una reforma a favor del sistema de dos períodos, lo que el señor Fernández ha defendido tanto.