Resulta curioso que cada vez que se hace una encuesta y le preguntan a los cuestionados cuál ha sido el mejor presidente que hemos tenido en los últimos 50 años, la mayoría respondde que fue Don Antonio Guzmán. Por ejemplo, en la última encuesta realizada por Penn & Schoen, un 32% de todos los entrevistados respondió que el mejor gobierno ha sido el del presidente Guzmán.
Pero aún más significativo es que dentro de aquellos que no mostraron preferencia por un partido en particular, un 58% dio la misma respuesta.
Debemos pues preguntarnos a que se debe esta positiva percepción de la población. Si bien el gobierno del presidente Guzmán tuvo la fortuna de no verse afectado por una crisis bancaria como la del 2003; sin embargo, le correspondió gobernar en un período sumamente difícil de la economía internacional. Durante su gobierno el precio internacional del petróleo se triplicó y también la factura petrolera. Además, en el 1980 la economía mundial entró en una aguda recesión que fue agravada por un aumento nunca antes visto de las tasas de interés en los mercados internacionales las cuales superaron el 17.0%. Pero más grave aún fue que la recesión mundial fue acompañada con una alta inflación la cual llegó en algunos países desarrollados a más del 15.0%, elevando así todos los precios de los productos que importamos y consecuentemente la inflación doméstica.
Por lo tanto, el gobierno de don Antonio no podía pasar a la historia por grandes realizaciones en el campo económico, pues la difícil situación económica internacional lo obligó a llevar a cabo fuertes ajustes fiscales en los últimos dos años de su mandato, para poder equilibrar las finanzas públicas, lo que no le permitió poder completar algunas obras públicas que había prometido a su pueblo y como era su deseo.
Por otra parte, don Antonio no puede considerarse que fue una persona de grandes luces intelectuales, pues se trataba de un hacendado formado en la dura faena del campo. Tampoco se caracterizó por ser un político sagaz, pues el poder no era su obsesión, como bien lo demostró. Entonces, ¿de dónde proviene su excelente aureola? Aparte de su conocido temple, la realidad es que su gobierno se distinguió por ser uno de los más decentes que ha tenido el país en su historia y eso es lo que décadas después le reconoce la población.
No importa que sean tiempos difíciles como lo fue el inicio de la década del 1980. Lo que la población desea es que sus gobernantes tengan sensibilidad social, que no sean ostentosos ni prepotentes, que el poder no los obnubile y que tengan fuerza moral y entereza para dirigir la Nación. Este fue el gran legado que nos dejó don Antonio, el cual debería servir de ejemplo y lección a nuestros políticos.