En los tiempos de la dictadura se leía entre líneas lo que decían los periódicos. Si del gobierno se decía el Generalísimo Dr. Rafael Leonidas Trujillo Molina, Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva, ha dispuesto instalar una planta de procesamiento de leche y chocolate para ofrecer desayuno escolar, eso tenía una lectura diferente para el pueblo.
Eso significaba que Trujillo instalaba un nuevo negocio para vender chocolate en su beneficio personal.
Trujillo era dueño de la fábrica de pintura, la cual se llamó Pidoca; dispuso que para diciembre había que pintar los frentes de las casas, y Pidoca vendía la pintura. Desobedecer era pasar a ser “enemigo del Jefe”.
Fadoc, fábrica de calzados, era de su propiedad y su gobierno prohibió andar descalzo por “razones de salud”. La mayor población era rural y las familias campesinas compraban un par de zapatos y lo usaban en un solo pie, cuando salían al pueblo, y el otro pie iba amarrado con un trapo dando la idea de que tenía una lesión; eso era para que otro miembro de la familia usara el otro zapato de igual forma, así compraban un solo par.
Limitó el mercado de manteca de cerdo que era con lo que se cocinaba e instaló la Manicera. Era dueño de la fábrica de cemento, la de clavos y varillas, los ingenios azucareros, la fábrica de vidrio, los periódicos (El Caribe, La Nación), las emisoras (su hermano Petán o allegados), fábricas textiles, etc. Cuando a una de estas empresas les iba económicamente mal, adoptaba medidas de gobierno para mejorar sus ventas. Lo único que no controló fue la producción de ron y bebidas alcohólicas; eso se lo dejó a los Bermudez, Brugal, Barceló, León Jimenes (cervezas), etc.
Trujillo era el dueño de las empresas, jefe de las fuerzas armadas y jefe político del país. Disentir era de mucho riesgos. De ahí que se leía entre líneas y si era militar lo hacía “con el escrito al revés”.
Desde la caída de la dictadura en 1961 han transcurrido 53 años, tiempo en el cual hemos construido la democracia que tenemos. Ahora no se lee entre líneas, sino que todos hablamos y construimos desde los medios de comunicación sin límites las fábulas que la imaginación nos permite.
Tenemos más de 7 grandes periódicos, muchísimos digitales, cientos de canales de televisión de cable nacionales y del exterior, cerca de 300 emisoras de radio y las redes sociales; todos buscando ganar dinero.
Los partidos y otros sectores no descuidan lo que en esos medios se dice; en noticias, comentarios, entrevistas y toda forma de expresión posible. Es una guerra mediática. Colocan un tema y lo sacan con otro tema. Acreditan a alguien y otros lo desacreditan; para eso pagan desde el Estado y el sector privado.
En las conversaciones y tertulias de amigos, de familias y colmadones se repiten los comentarios mediáticos con gestos de ser personas muy enteradas y ¡ay de quien contradiga!.
Cualquier ingenuo diría se democratizó la comunicación. Si entendemos que es una guerra de desinformación, muy degradada, podemos leer entre líneas para llegar a la verdad de lo que se dice. Digamos, con esta de ahora quieren desacreditar a Leonel para sacar al PLD del poder. l