Concluidas las elecciones norteamericanas, con la escogencia de un presidente que genera mucha incertidumbre dada su conocida vocación autoritaria, es momento de analizar las lecciones que para el resto de las democracias tiene este proceso. Tratándose de la democracia más antigua y de la primera potencia mundial, se comprende el gran interés suscitado a nivel internacional por estos comicios. Interés derivado no solo de las implicaciones de una nueva gestión gubernamental, sino del funcionamiento mismo del sistema político.
De las recién pasadas elecciones en los Estados Unidos se extraen algunos aprendizajes que pueden contribuir a mejorar la democracia electoral dominicana. También otras enseñanzas relacionadas con la crisis de legitimidad de la política tradicional. Es necesario continuar haciendo esfuerzos para que en las campañas electorales dominicanas, como en las norteamericanas, los candidatos participen en debates políticos que permitan a los electores conocer sus ideas y prioridades.
La madurez democrática de ese país quedó demostrada con el reconocimiento inmediato por parte de la candidata demócrata, del triunfo del Partido Republicano y su candidato, por más inverosímil y frustrante que haya sido. En la República Dominicana es difícil que eso pase. Ha sido tradición que tras su derrota, los políticos aleguen fraude y con su actitud contribuyan a erosionar la débil credibilidad en el sistema democrático y sus instituciones. Hay mucho que aprender en ese aspecto.
Por otro lado, esas elecciones pusieron de manifiesto las serias debilidades del sistema político de ese país, las cuales deben servir para mirarnos en ese espejo y tratar de llevar a cabo los correctivos de lugar. El triunfo de un candidato que viene desde fuera de la política y que basó su discurso en la demagogia, puso en evidencia el desencanto de una parte importante de la población con los políticos y partidos tradicionales. La ausencia de respuestas de la democracia a los problemas de la gente, puede conducir a la incertidumbre y al caos. En tal razón, urge tomar medidas.
Estas medidas pasan por una renovación profunda del sistema de partidos y de las prácticas políticas. Esto no es más que atender a la necesidad perentoria de reinventar la política. En el país existe una férrea resistencia a cualquier tipo de cambios en el sistema político. Se insiste en un ejercicio de la política en el que prima el interés particular y el de determinados grupos políticos y económicos. La gente solo interesa en períodos electorales. Con esto se contribuye al desprestigio de la política y a la emergencia de un vendedor de sueños, que muy probablemente se convertirían en pesadillas.