El espíritu de Don Quijote no murió, desapareció Alonso Quijano, quiero decir que murió la realidad y no los sueños y creencias del loco más cuerdo que haya existido jamás. La escena final de Don Quijote de la Mancha debió haber sido la más difícil para Cervantes, a tal extremo le fue difícil matar al personaje que cuando éste debe morir, sólo atiende a escribir “…dio su espíritu: quiero decir que se murió”. El “dar el espíritu” como imagen de la muerte para aquellos que no se limitan a aceptar la realidad como única opción.
La locura o la creación de un mundo propio ha sido fuente fecunda para los grandes productos de la literatura: Ulises, Penélope, Don Quijote, Fausto, Drácula, El Principito, Aureliano Buendía, Madame Bovary, Horacio Oliveira, o Kurtz, todos personajes febriles a los que sus autores debieron crear sus mundos propios para poder seguir viviendo una realidad que se les hacía insufrible. Son los autores traspolando en personajes ficticios sus más íntimos deseos de superar la inmediatez del diario vivir, del paso de las horas reales.
“¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura, en horas de desaliento así te miro pasar!”, escribió León Felipe quizás pensando en cuantos Don Quijote vemos a diario pasar como simples locos o como simples ilusos sin peto y sin espaldar, que piensan que otro mundo es posible.
La lectura de Don Quijote de la Mancha, el de la Triste Figura, aparte de ser una lectura amenísima, obliga a replantearnos nuestro plan de vida, si lo tenemos, a cuestionarnos sobre quién es más loco: Don Quijote o Sancho Panza.
Sancho Panza es, en el libro, la supuesta voz de la realidad, aquel que le avisa que no son gigantes, sino molinos. Pero ese mismo Sancho Panza, esa realidad, es la que sigue en sus locuras a Don Quijote atraído por la oferta de riquezas y la gobernación de una isla. Es el personaje al que no hay que darle nada, al que sólo hay que ofrecerle y ya lo tienes siguiéndote en la más absurda de las propuestas. El parecido con los acólitos de políticos no es casual, parece alusión directa de Cervantes sobre aquellos realistas y pragmáticos que hacen más locuras por la oferta de una isla Barataria que por un ideal.
En Vencidos, León Felipe implora a ese loco, de seso derretido, que le ayude a soportar la realidad, que le haga un sitio en su montura “…hazme un sitio en tu montura, caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura que yo también voy cargado de amargura y no puedo batallar!”. Tiempos de Quijotes, no de Sanchos Panza.